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miércoles, 22 de junio de 2016

El país en el que escogí vivir


     Para nadie es un secreto que para los colombianos estar en contra de todo y en favor de nadie no es el deporte favorito, y mucho menos, el pasatiempo más esplendoroso. Es mucho más sencillo creer, reverenciar y repetir… Creer todo lo que se dice, reverenciar al que lo dice y repetir sin obviar un ápice eso que se dice es la regla. Aunque cueste creerlo tal diatriba horrorosa parece hacer parte de los objetivos de todas las mallas curriculares de las Instituciones privadas y públicas del país. Para tales efectos los estándares básicos de calidad, los derechos básicos de aprendizaje, el índice sintético de calidad educativa, la ley 115 de 1994 y todas las normas habidas y por haber son sus amanuenses. Todos de una u otra manera nos vestimos con el ropaje de la complicidad.
     ¿Por qué nadie está en contra de las políticas del Presidente Santos, y los que están, lo están porque tienen intereses en las ganancias del actual Presidente, o ven peligrar esos intereses y ganancias que disfrutaron en el pasado? El pueblo que debiera estar en contra está ocupado engullendo mentiras, tragando engaños o resolviendo simulacros para enfrentar las pruebas SABER. Lo uno y lo otro genera obediencia y festejo. Seguramente la racionalidad, el éxito y el respeto reposan muy, pero muy lejos de los sueños difusos de  mis estudiantes.
     Se escucha que algunos compatriotas están en contra de la paz, o sea, les fascina la guerra. Así se debe entender. Ellos, los violentos, se frotan las manos y se inventan el estribillo, “Paz sin impunidad”. Pero está claro que la paz no se puede concebir sin algo de impunidad. Por supuesto que ese no es el problema, el inconveniente mayúsculo es el tsunami de corrupción que viene detrás de la paz. La mayoría de los corruptos no están en La Habana negociando el fin de la guerra, pues la guerra seguirá en nuestro territorio hasta cuando no se desmovilice el último corrupto.
     El ciudadano común y corriente argumenta que el problema de la corrupción, es en realidad un dilema sin solución que nace en la familia y se reproduce en las Instituciones educativas, es sin duda alguna un producto social que viaja en el torrente sanguíneo de la cultura. El lenguaje y la música coadyuvan el accionar de las dictaduras corruptas que gobiernan a Colombia. Por tanto hemos acunado dos demonios de carne y hueso, el Estado y el Gobierno, en manos de estos el pueblo se embrutece, se empobrece y encima los obligan a votar. Por ello no es imposible pensar que la educación que se imparte en las Instituciones educativas ha sido el principal insumo para seguir creyendo, reverenciando y repitiendo todo arropado en una obediencia miserable. Solo falta que suene el Himno nacional o que Shakira vuelva a ser preñada por Piqué.
     No quedan dudas, el Presidente habla raro, nadie le entiende. Quiere la paz, pero desayuna con los corruptos, le promete a los Mamos de la Sierra Nevada que cuidará el medio ambiente, pero otorga licencias ambientales a los mercaderes de la muerte de las multinacionales petroleras, es amigo íntimo de los depredadores de ELECTRICARIBE, pero dice defender los derechos de los usuarios.
     Mientras tanto los medios masivos de comunicación intimidan y entretienen, es su diversión predilecta, es el menú de todos los días. La despampanante presentadora nos cuenta sobre la venta de ISAGEN, a nadie le interesó, se ahorra energía pero las facturas suben, todos comen callado, el novio de Ricky Martín se desnuda, todos comentan los niveles de repugnancia en que  ha caído RCN. “Este mundo se volvió mierda”, dijo alguien. “Son los derechos, estúpidos, los derechos”, refutó otro alguien.
     Para colmo una canción beligerante lo confirma sin obviar una coma: En contra de todos y a favor de nadie, muerte a las instituciones, en contra de todos y a favor de nadie, para que no mande nadie, en contra de todos y a favor de nadie, que no existan las banderas, en contra de todos y a favor de nadie, que no existan las fronteras. Seguidamente, como para poner en duda el contenido belicoso, cuasi subversivo de la canción, aparece la múltiple campeona de salto triple Katherine Ibarguen y la medallista olímpica Mariana Pajón colocando en el mismo costal sus éxitos deportivos, con las utopías delirantes de la propaganda oficial, por la cual en el año 2025 Colombia debe ser la nación “más educada” de América latina. Al instante la pantalla del televisor se rebosa de los chistes malos del humorista “Cuentahuesos”, y ya no sé, con sinceridad, dónde empieza, ni dónde termina el longevo programa de humor “Sábados felices”.   
     No hubo rifas para el banquete del azar, escogí éste país para vivir a veces hermoso, siempre cruel. Mi padre y mi madre lo escogieron como morada y refugio, con sus mares envenenados de residuos tóxicos y sus ríos a punto de desaparecer por obra y gracia de las desalmadas empresas mineras. Frente a mis ojos he visto los castings que hacen los políticos y los empresarios para convertir a Colombia en un país de asesinos. La música vallenata, el carnaval de Barranquilla y los goles que ya no hace James Rodríguez ocultan la podredumbre. El fétido olor del Rio Bogotá va de la Guajira a Leticia.
     Mis hermanos, mi esposa y mis hijas no llenaron los cupones que ofrecen en los centros comerciales para escoger vivir en Suiza, Finlandia o en Francia. De esa manera somos mochileros de la Sierra nevada, embaucadores de Medellín, dicharacheros de Barranquilla y vendedores obsesivos de neveras en el Polo norte. Está claro que Rodolfo Llinás, Manuel Elkin Patarroyo, Gabriel García Márquez y Carlos Vives son más que Charles Darwin, Albert Einstein, Miguel de Cervantes y Frank Sinatra. Ese dato anterior hace que en el partido de fútbol de la colombianidad Álvaro Uribe, Timochenko o Mancuso en el futuro cercano aparezcan sonrientes en los billetes de 200.000 y 300.000. La historia como siempre pondrá otra mentira en los  textos escolares de nuestras creencias sempiternas.
     Después los profesores de ayer y de hoy sacarán fotocopias de esos folletines cantinflescos, ordenarán ejercicios, colocarán tareas para el día siguiente, todo lo anterior debe ser transcrito en el cuaderno de apuntes, con sus respectivos márgenes en colores. La revolución de los mediocres no llega a su fin aún.
     Mañana el país en el que escogí vivir creerá, revenciará y repetirá. ¿A quién y por qué?, no importa. Creerán, revenciarán y repetirán. Parece hacer parte de nuestro ADN.   


       

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