Para nadie es un secreto que para los
colombianos estar en contra de todo y en favor de nadie no es el deporte
favorito, y mucho menos, el pasatiempo más esplendoroso. Es mucho más sencillo
creer, reverenciar y repetir… Creer todo lo que se dice, reverenciar al que lo
dice y repetir sin obviar un ápice eso que se dice es la regla. Aunque cueste
creerlo tal diatriba horrorosa parece hacer parte de los objetivos de todas las
mallas curriculares de las Instituciones privadas y públicas del país. Para
tales efectos los estándares básicos de calidad, los derechos básicos de
aprendizaje, el índice sintético de calidad educativa, la ley 115 de 1994 y
todas las normas habidas y por haber son sus amanuenses. Todos de una u otra
manera nos vestimos con el ropaje de la complicidad.
¿Por qué nadie está en contra de las
políticas del Presidente Santos, y los que están, lo están porque tienen
intereses en las ganancias del actual Presidente, o ven peligrar esos intereses
y ganancias que disfrutaron en el pasado? El pueblo que debiera estar en contra
está ocupado engullendo mentiras, tragando engaños o resolviendo simulacros
para enfrentar las pruebas SABER. Lo uno y lo otro genera obediencia y festejo.
Seguramente la racionalidad, el éxito y el respeto reposan muy, pero muy lejos
de los sueños difusos de mis
estudiantes.
Se escucha que algunos compatriotas están
en contra de la paz, o sea, les fascina la guerra. Así se debe entender. Ellos,
los violentos, se frotan las manos y se inventan el estribillo, “Paz sin
impunidad”. Pero está claro que la paz no se puede concebir sin algo de
impunidad. Por supuesto que ese no es el problema, el inconveniente mayúsculo es
el tsunami de corrupción que viene detrás de la paz. La mayoría de los
corruptos no están en La Habana negociando el fin de la guerra, pues la guerra
seguirá en nuestro territorio hasta cuando no se desmovilice el último
corrupto.
El ciudadano común y corriente argumenta
que el problema de la corrupción, es en realidad un dilema sin solución que nace
en la familia y se reproduce en las Instituciones educativas, es sin duda
alguna un producto social que viaja en el torrente sanguíneo de la cultura. El
lenguaje y la música coadyuvan el accionar de las dictaduras corruptas que gobiernan
a Colombia. Por tanto hemos acunado dos demonios de carne y hueso, el Estado y
el Gobierno, en manos de estos el pueblo se embrutece, se empobrece y encima
los obligan a votar. Por ello no es imposible pensar que la educación que se
imparte en las Instituciones educativas ha sido el principal insumo para seguir
creyendo, reverenciando y repitiendo todo arropado en una obediencia miserable.
Solo falta que suene el Himno nacional o que Shakira vuelva a ser preñada por
Piqué.
No quedan dudas, el Presidente habla raro,
nadie le entiende. Quiere la paz, pero desayuna con los corruptos, le promete a
los Mamos de la Sierra Nevada que cuidará el medio ambiente, pero otorga
licencias ambientales a los mercaderes de la muerte de las multinacionales
petroleras, es amigo íntimo de los depredadores de ELECTRICARIBE, pero dice
defender los derechos de los usuarios.
Mientras tanto los medios masivos de
comunicación intimidan y entretienen, es su diversión predilecta, es el menú de
todos los días. La despampanante presentadora nos cuenta sobre la venta de
ISAGEN, a nadie le interesó, se ahorra energía pero las facturas suben, todos
comen callado, el novio de Ricky Martín se desnuda, todos comentan los niveles
de repugnancia en que ha caído RCN. “Este
mundo se volvió mierda”, dijo alguien. “Son los derechos, estúpidos, los
derechos”, refutó otro alguien.
Para colmo una canción beligerante lo
confirma sin obviar una coma: En contra
de todos y a favor de nadie, muerte
a las instituciones, en contra de todos y a favor de nadie, para que no mande nadie, en contra de todos y a favor de nadie, que no existan las banderas, en contra de todos y a favor de nadie, que no existan las fronteras. Seguidamente, como para poner en duda el
contenido belicoso, cuasi subversivo de la canción, aparece la múltiple
campeona de salto triple Katherine Ibarguen y la medallista olímpica Mariana Pajón
colocando en el mismo costal sus éxitos deportivos, con las utopías delirantes
de la propaganda oficial, por la cual en el año 2025 Colombia debe ser la
nación “más educada” de América latina. Al instante la pantalla del televisor
se rebosa de los chistes malos del humorista “Cuentahuesos”, y ya no sé, con
sinceridad, dónde empieza, ni dónde termina el longevo programa de humor
“Sábados felices”.
No hubo rifas para el banquete del azar,
escogí éste país para vivir a veces hermoso, siempre cruel. Mi padre y mi madre
lo escogieron como morada y refugio, con sus mares envenenados de residuos
tóxicos y sus ríos a punto de desaparecer por obra y gracia de las desalmadas
empresas mineras. Frente a mis ojos he visto los castings que hacen los políticos y los empresarios para convertir a
Colombia en un país de asesinos. La música vallenata, el carnaval de
Barranquilla y los goles que ya no hace James Rodríguez ocultan la podredumbre.
El fétido olor del Rio Bogotá va de la Guajira a Leticia.
Mis hermanos, mi esposa y mis hijas no llenaron
los cupones que ofrecen en los centros comerciales para escoger vivir en Suiza,
Finlandia o en Francia. De esa manera somos mochileros de la Sierra nevada,
embaucadores de Medellín, dicharacheros de Barranquilla y vendedores obsesivos
de neveras en el Polo norte. Está claro que Rodolfo Llinás, Manuel Elkin
Patarroyo, Gabriel García Márquez y Carlos Vives son más que Charles Darwin, Albert
Einstein, Miguel de Cervantes y Frank Sinatra. Ese dato anterior hace que en el
partido de fútbol de la colombianidad Álvaro Uribe, Timochenko o Mancuso en el
futuro cercano aparezcan sonrientes en los billetes de 200.000 y 300.000. La
historia como siempre pondrá otra mentira en los textos escolares de nuestras creencias
sempiternas.
Después los profesores de ayer y de hoy
sacarán fotocopias de esos folletines cantinflescos, ordenarán ejercicios,
colocarán tareas para el día siguiente, todo lo anterior debe ser transcrito en
el cuaderno de apuntes, con sus respectivos márgenes en colores. La revolución
de los mediocres no llega a su fin aún.
Mañana el país en el que escogí vivir
creerá, revenciará y repetirá. ¿A quién y por qué?, no importa. Creerán,
revenciarán y repetirán. Parece hacer parte de nuestro ADN.
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