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sábado, 24 de julio de 2010

Cognición situada, cognición abstracta y bicentenario (Ensayo)

Para los teóricos de la cognición situada, entre ellos, Frida Díaz Barriga, experta de la Universidad Autónoma de México, UNAM, “El conocimiento es situado, es parte y producto de la actividad, el contexto y la cultura en que se desarrolla y utiliza” Para ello parten de varios conceptos que interactúan entre si y se validan mutuamente en las distintas instancias del acto educativo, por ejemplo: Aprender y hacer son escenarios inseparables, los estudiantes deben aprender en un contexto pertinente, el saber qué y el saber cómo deben hacer parte ineludible de la práctica educativa en niveles reales de autenticidad; esto indica un propiciamiento de acciones coherentes, significativas y propositivas en, desde y fuera del aula. En este ámbito las categorías conceptuales relevancia cultural y actividad social cobran vital importancia, en el sentido de averiguar cuál es el grado de preeminencia del espacio cultural en que se promueve el conocimiento, así como el tipo de actividad social que estas proyectan. Díaz Barriga insiste: “Dado que desde una visión vigotskiana el aprendizaje implica el entendimiento e internalización de los signos y símbolos de la cultura y grupo social al que se pertenece, los estudiantes se apropian de las practicas y herramientas culturales atravez de la interacción con miembros más experimentados. Para ello es importante la negociación mutua de significados y la construcción conjunta de saberes”
Del otro lado perviven de manera obstinada las prácticas educativas artificiales/simuladas en las cuales se cree que el conocimiento es neutral, ajeno, autosuficiente e independiente de las prácticas sociales de la cultura a la que se pertenece. Es decir, el conocimiento, es abstracción pura. Palabras más, palabras menos, para los teóricos de la UNAM, en la perspectiva de la cognición situada, “el aprendizaje se entiende como los cambios en las formas de comprensión y participación de los sujetos en una actividad conjunta. Entendido como un proceso multidimensional de apropiación cultural” En contraposición a lo anterior, en nuestras instituciones educativas no hay deliberación, simplemente se hace lo que el Docente “cree” que hay que hacer y eso es un precepto inamovible. No se sabe de qué libro o en qué teorías se inscriben sus intentos de formación humana. No es claro a qué corriente de pensamiento le está apostando, y mucho menos, frente a qué postulados pretende cuestionar las acciones que socializa con sus estudiantes.
Es un hecho que el mapa pluriétnico y geopolítico de Colombia, entrecruzado por la más agobiante errancia de sus pobladores, más que un obstáculo para abordar la práctica educativa, en la perspectiva de la teoría de la Cognición situada, es antes que nada un insumo metadimensional para favorecer las relaciones entre cultura, conocimiento y actividad social. Digamos, también, que el interminable y brutal conflicto armado, con su consecuencia más degradada, el desplazamiento forzado; es otra emergencia humana que hace irrepetible nuestra dinámica escolar, en el sentido que la validación de los distintos conocimientos que se colectivicen necesariamente deben situarse dentro de la lógicas propias, sin perder las connotaciones de universalidad, dialogo y tranversalizacion de los saberes que han de negociarse y construirse a partir del debate político.
Entonces, las dimensiones cognitivas, relevancia cultural y actividad social, deben reabrir la discusión sobre aquellos conocimientos auténticos que nos permitan afrontar las situaciones contemporáneas, del ahora, auscultando los hechos históricos desde una perspectiva crítica. No para revivir odios o regresar a las cavernas ideológicas de las cuales hablaba el insustituible José Saramago; sino para no repetir los show patrioteros y mediáticos de poca monta en los cuales se vio envuelto el país en las celebraciones del bicentenario. Cuando las instituciones educativas de Colombia y sus maestros debimos protestar por la continuidad cruel de la esclavitud, el despojo de las tierras a los nativos, la violación sostenida y sistemática de los derechos humanos, la invasión a nuestro territorio de los nuevos colonizadores y el establecimiento de nuevas dictaduras empresariales, politiqueras y mafiosas; preferimos seguir lamiendo la mano ensangrentada del victimario. No observamos por lado alguno los debates argumentados, a los cuales hace alusión, Aura Lucia Mera, frente a los cuales está claro que: “Olvidamos entre muchas otras barbaridades que el comercio con africanos en condición de esclavos se inicio porque ya España había arrasado y asesinado a la mayoría de la población indígena que había encontrado en América” Varios historiadores, eruditos en el tema, algunos españoles (hasta alcanzo a entenderlos) y otros colombianos (estos, si, apátridas, hasta las médulas) cambiaron la semántica del horror, por la lógica de la obediencia y empezamos a llamar al genocidio atroz con el concepto cobarde de independencia. Aun duele que esto pase. Pero lo que horroriza realmente, es que las instituciones educativas sigan reproduciendo y festejando ciega y abstractamente lo que no sucedió. En el marco de las didácticas de la Cognición situada debieron organizarse mesas de trabajo interdisciplinarias que discutieran las nuevas modalidades de esclavitud ideológica, empresarial y mafiosa que socavan la condición de ser humano de los colombianos; las expresiones culturales debieron poner en escena los nuevos horrores y las nuevas prácticas criminales de los verdugos de hoy, tales como: los falsos positivos, las chuzadas, el secuestro, el desplazamiento, el desarraigo, la pobreza, la miseria, la prostitución, el desempleo, el subempleo, la desaparición forzada y la trata de personas, entre otras. Y, claro, los desfiles de estudiantes haciendo calle de honor a las fuerzas militares, tenían que ser reemplazados por jornadas pluralistas, académicas y comunitarias en donde se debatieran con la ciudadanía aquellos problemas que vienen desde hace más de 500 años, que terriblemente son los mismos que nos aquejan en el presente.
Vi parodias del florero de Llorente, remedos de actos dizque cívicos-culturales, desfiles plagados de frases publicitarias, tipo Colombia es pasión, niñas envueltas en el tricolor, oraciones veintijulieras, estudiantes pidiendo notas compensatorias en el área de Ciencias sociales por haberlos “obligados” a ir a una caminata que no entienden, ni dimensionan. Mandatarios avergonzados, pero encubridores (quiero imaginar) por estar contribuyendo a que la historia se repita sin faltarle una coma, ciudadanos ávidos de cualquier espectáculo gratuito en un día feriado, y yo, añorando (digo, rumiando), aquellos 20 de Julio multitudinarios, en que los estudiantes no le hacíamos reverencia a las fuerzas del estado, ni ellos esperaban que subyugadamente nosotros los miráramos con idolatría. Era ellos defendiendo no se qué y nosotros peleando por no sé qué, quién o quiénes. Todos venidos del mismo vientre, diferenciados por un uniforme, por pensamientos opuestos, cada cual en una caverna distinta, queriendo un país “bueno” para todos, pero pretendiéndolo por vías desafortunadas. El resto, ya lo saben. No es lo que dicen los libros; es lo que queremos olvidar sin saber qué o es lo que ya olvidamos sin sentirnos cómplices y cobardes. Para, Dewey, entonces, “toda autentica educación se efectúa mediante la experiencia. Y que toda situación educativa es resultado de la interacción entre las condiciones objetivas del medio social y las características internas del que aprende. Todo esto desde los ideales humanitarios y democráticos” Todo esto apuntando a que la escuela por fin pueda hacer parte de la vida de los estudiantes y docentes. Conseguir la utopía de David Perkins, por ejemplo: “que la realidad académica represente con cierta fidelidad a la cotidiana” Una utopía aun, ya lo dije. O, trasladémosle la culpa de ésta separación paradójica y preocupante, en la voz de Marco Antonio Rigo, “a la tradición escolástica que consagra la enseñanza centrada en el lenguaje, la imitación y la memoria repetitiva”. O, digamos que los maestros en su afán de darle contentillo a las instancias estatales (secretarías, ministerios, CONPES, ICFES, presidente y asesores) se han centrado obedientemente en los contenidos disciplinares, olvidando de tajo los escenarios culturales, las actividades sociales y las experiencias en donde los conocimientos son fundantes.
Suena, Silvio Rodríguez, me evado un tanto de la realidad, es hora del almuerzo, tengo un almuerzo, no sé cuántos lo tengan en estos días del bicentenario… “Yo fuera más amable, si la maestra pelirroja, me hubiera dado mi pistola, y no a su alumno más gustable. Yo fuera mucho más amable, de ser más dado a la pelota, que ha ser obsceno de la nota, o a otro deporte impracticable. Yo fuera más amable”… Yo también. Y no me contesto nada.

1 comentario:

Unknown dijo...

Que buen artículo…sigue siendo este blog mi fuente obligatoria de consulta para actualizarme sobre el verdadero estado de la educación colombiana, muchas veces he criticado la dura postura izquierdista del autor, pero siempre termina teniendo la razón, la venia a la guerra que se repite cada año para fechas independentistas, corroboran el letargo social que tanto critica Osmen y que se sigue multiplicando en las instituciones, donde los docentes son producto de la cotidianeidad o actúan por sumisión, insistiendo en este tipo de temáticas , demostrando su incomprensión hacia los hechos , olvidando que en su ser docente se encuentra la posibilidad de ir mas allá de los contenidos ; optando por vivenciar el acto de educar con practicas atractivas que impliquen emociones y apunten hacia un objetivo acorde con la realidad del educando.

Tal vez sean ociosas mis palabras por encontrarme en la actualidad en Perú (un país en el que el estado de la educación es compleja), pero podría confirmar que se comparten muchos de los aspectos mencionados, fundamentados por el cambio de nombre que se le dio al dueño de nuestro cordón umbilical.

Saludos.

 
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