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miércoles, 27 de octubre de 2010

Saber pedagógico: Subalternización o arte (Articulo)

La pedagogía es por excelencia (algunos expertos lo creen así) una ciencia acompañante de las demás disciplinas del imaginario cognitivo que hacen parte del currículo, o también, se dice, con sobradas razones, que la mayoría de las actividades cotidianas, científicas, sociales y culturales que el hombre desarrolla deben apoyarse en los procesos pedagógicos. Por tanto, cuando se diserta sobre conocimiento, es prácticamente imposible que la semántica del concepto como tal esté alejado del ámbito de la pedagogía. El conocimiento, entonces, es un conjunto de relaciones recíprocas que se tejen alrededor de los saberes científicos y sociales, propiciando respuestas para las distintas problemáticas que plantea la realidad. Es decir, el conocimiento es una representación de lo real, noción de inteligencia. En esa idea, la experiencia, pasa a ser un escenario práctico en donde las teorías y sus implicaciones científicas entran en dinámica con los saberes formales, que se expresan en la solución de los problemas disciplinares y cotidianos. La pedagogía moderna en Colombia hace su aparición con los postulados pestalozzianos de la mano de un régimen “confesional, católico y conservador”. Casi se podía acotar que la pedagogía en esencia era una extensión de las prácticas religiosas atadas a tal visión. En definitiva, en esos tiempos, “educar consistía en formar hábitos intelectuales y hábitos morales con la ejercitación constante de la memoria, la observación, el cálculo hasta lograr su reproducción mecánica y fijarlos como disposiciones permanentes”. Sin duda alguna, ese tipo de educación requirió (o requiere, pues, es un hecho que aún su práctica permanece) de maestros y estudiantes comprometidos con una idea política conservadora, que obviamente produjera alumnos obedientes y docentes alienados. La sociedad debía ser por tanto sumisa y el maestro un “artesano manual”, incapaz de propiciar cambios, pero experto en repetir los ejercicios de manera selectiva y sistemática.
El concepto de modernismo insertado en los postulados de la pedagogía abre una profunda brecha a lo experimental. La enseñanza “es capturada por el dispositivo de las ciencias experimentales, en particular por el saber hegemónico de la biología con sus métodos de experimentación, medición, selección y administración científica del trabajo”. Sin duda hay un vuelco epistemológico que tarde o temprano llegaría al aula de clase con sus connotaciones previsibles. Esta “pedagogía experiencial pensaba al maestro como artista, privilegiando su experiencia pedagógica y su intuición”. Por otra parte las pedagogías activas contrarrestaban tal posición, postulando “que quien debía ocupar el centro de la escena escolar era el niño, y que el maestro debía hacerse discretamente a un lado, como observador o facilitador de la actividad espontánea de los estudiantes”. Es decir, un simple observador de mirada neutral y científica.
Fundamentalmente era el momento para dejar claro que la pedagogía “como arte y ciencia de enseñar había sido sustituida, sin previa discusión, por las denominadas ciencias de la educación, que son dijéramos, aplicaciones, o mejor, sistematizaciones de ciertas regiones de estos saberes experimentales en función de la enseñanza”. Estos conceptos colocados en cuestión han acentuado y vuelto insalvable la brecha entre teoría y práctica. Es más, a los docentes se les invita a que conviertan su que-hacer en una práctica constante abandonando de tajo toda argumentación teórica. De tal manera que siempre sea más trascendente que los estudiantes “sepan hacer”, aunque les cueste “saber” de dónde emergen esos conocimientos. Queda establecido que la “pedagogía como ciencia general retrocede “obsoleta” ante la dispersión de las didácticas especificas de las ciencias particulares”. Y ante ésta propagación en todas direcciones quien está más confundido es el estudiante, pues no encuentra sentido a sus actividades, así estas estén cargadas de buenas intenciones y avaladas por un conjunto de relaciones laborales, sociales,culturales y políticas.
Hoy día es muy importante encontrar la conexión entre teoría y práctica, no porque ellas resuelvan por si sola las problemáticas de las prácticas escolares. Pues está claro que la teoría sola es inacabada y la práctica obviamente también. Es necesario colocar en el centro de la discusión, no ya, a las diversas taxonomías de la pedagogía, ni las cantidades de didácticas que saltan a la vista. Son los símbolos, las afectividades, los valores y las identidades los nuevos meta-conceptos que deben mediar en los problemas del conocimiento. No se trata de qué teórico de la pedagogía (y existen bastantes) tiene la verdad o cual método se adapta mejor a la idea política que implantan los países poderosos. “La relación pedagógica se mide ahora por la capacidad de mediación y traducción intercultural que el maestro pueda desplegar”. Entre menos "guía racional" u "observador científico" se auto-perciba el docente, le quedará más complicado ser un profesional capaz de incluirse en las dinámicas de las “sub-culturas juveniles” atestadas de jíbaros, micronarcotraficantes, madres extraviadas en la maternidad sin abandonar la infancia, permeadas estas coyunturas sociales por todos los matices de la violencia moderna. Se enseñó siempre que alcanzar las mieles de la ciencia permitiría el disfrute de los bienes culturales, pero no, hoy más que nunca, todas las conceptualizaciones que se derivan o que se re-inventan alrededor de las dos, van por caminos distintos y aspiran a horizontes diferentes. Las verdades de la ciencia no mantienen ningún nivel de relevancia sobre las singularidades de la cultura. La utopía del aula de clase consiste en que al “saber pedagógico le toca recoger la antorcha de la experiencia, allí donde la escuela nos la dejó atada a la ciencia. La pedagogía debe dejar de ser subalterna de las formas de la ciencia y la tecnología, y retomar de su tradición fundadora lo que la unía al arte y a la artesanía”. En la cultura de los docentes, en confrontación con las epistemologías en las que se formaron, puede quizás, estar la respuesta para que la pedagogía regrese a los escenarios educativos.
Allí de seguro encontrarán niños, negros, indígenas, mujeres, discapacitados, miembros de la comunidad LGTB, migrantes y desplazados, “sujetos subalternizados que empiezan a construir nuevas epistemologías o a validar la de sus ancestros". Solo el saber pedagógico en su máxima expresión reintegrará a los niños y maestros a las escuelas. Lo demás son cifras frías, estadísticas manipuladas, pruebas absurdas y demagogia a la carta.

Saldarriaga Vélez, Oscar. Pedagogía, conocimiento y experiencia: notas arqueológicas sobre una subalternización. Nómadas. Santa fe de Bogotá. 2006. Págs: 98-108

4 comentarios:

camila dijo...

Gracia profe lindo x ayudar a fortalecer nuestros conocimientos ya que estos temas son fundamentales en nuestra futura profesión es de mucho interés…….. Lo quiero muchooooo

Anónimo dijo...

Muy buen documento,y aunque se extiende y abarca aspectos como el conocimiento,los saberes pedagógicos,y otros temas relacionados con la enseñanza-aprendizaje, me inquieta el comienzo del mismo "La pedagogia es..." por que ha sido un tema bastante discutido en nuestra clese "LO SOCIAL Y LO INDIVIDUAL EN LA CONSTRUCCION PEDAGOGICA",en la cual se ha investigado, se ha comparado con diferentes teoricos,el concepto de pedagogia pero no tenemos claro si es una ciencia o es una disciplina

sakarqui dijo...

muy bueno

sakarqui dijo...

SAKARQUI: Profe, En cada parte, hay una boda primorosa entre doctrina y reflexión, sin dejar de ser docente, y siempre sitúa, en una posición visible, su propia opinión, porque es el pensamiento de un luchador.Un OSMEN; un investigador del aula que lo piensa desde abajo y de un funcionario que lo puede pensar desde arriba, desde la institución y desde el aparato de estado.

 
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