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domingo, 26 de diciembre de 2010

Implicaciones educativas del pensamiento creativo: Más allá de los juegos y las rondas (Articulo)

Ser creativo implica hacer cosas realmente nuevas o presentarlas de manera distinta, por vías diversas o atravez de circunstancias abiertamente conectadas a las habilidades particulares de quien la desarrolla. La creatividad, como lo afirma, una rigurosa investigación adelantada en la Pontificia Universidad Javeriana, “es un concepto sin grandes modelos de sustentación teórica, algunos de los cuales han surgido de reputados procesos investigativos y otros, de la especulación y el activismo instrumental”. Un ser humano creativo es visto en nuestra sociedad con cierto halo de misticismo, hecho a la medida para ser rehén de la dictadura del comercio y proclive, sin lugar a equivocaciones, al éxito personal en cualquier actividad que aborde. Casi nunca una persona aprende a ser creativo a partir de alguna corriente científica. En general, su habilidad ordinaria, se asocia a un metaconcepto reluciente, muy usado en estas regiones folclóricas, que se denomina talento. La creatividad y menos la inspiración, son términos que no se pueden explicar con los mismos constructos teóricos que explican la inteligencia, por ejemplo. Predomina una visión mística o es preferible explicarla de mejor manera, a partir de endosarle a ese ser humano creativo, una aureola de divinidades que lo convierte en un dechado de virtudes. Un mesías, como si ya la ignorancia y la falta de educación adecuada no nos hubiese legado suficientes seres sobrenaturales por estos lares. Sin mucha fundamentación teórica, como ya se dijo con antelación, la creatividad desde hace mucho tiempo es una inquilina muy publicitada, pero poco practicada, en la realidad de la institución educativa de hoy. Para los psicólogos la creatividad está asociada al juego libre de los procesos simbólicos pre-conscientes. Debido a esto los maestros piensan que haciendo juegos insulsos y rondas des-contextualizadas de los objetos de estudio de las disciplinas le cumplían al acreditado concepto que aparece en las programaciones curriculares o en los requerimientos desesperados de los directivos docentes. Unas veces solicitados a partir de conversatorios amistosos, o vía memorando con copia a la hoja de vida. Para, Stemberg, las personas creativas poseen “independencia de juicio, auto-confianza, atracción por la complejidad, orientación estética y riesgo en la tarea”. Se percibe en éste autor un enfoque basado en la autorrealización personal, cimentado en no se sabe qué momento socio-histórico de la vida y, mucho menos apoyado en qué presupuestos teóricos. Es este el instante en el cual los docentes empezaron a creer en “personajes superiores” habitando las aulas de clase. Creyendo en ello, les dieron estatus de “intocables”. Los convirtieron en iconos de rebeldías sin causas y desaprovecharon la oportunidad para ayudar a formar buenos seres humanos en las artes, la ciencia y el deporte.
Los cognitivistas, por el contrario, piensan que “la creatividad no es fruto de un único talento o capacidad, sino que es el resultado de la interacción de diversos procesos mentales que todo individuo puede desarrollar y refinar por medio de la experticia. En tal sentido, no estiman que la creatividad esté limitado a unos pocos elegidos”. Es este el momento en que se necesitan docentes conectados de manera decidida a la investigación, la consulta y la profundización teórica, en los diversos campos de las disciplinas que aspira a dominar y compartir con sus estudiantes. El acto educativo deja de ser un espacio de autoritarismo en donde un maestro (victimario) y los estudiantes (victimas) teatralizan una parodia social, que lastimosamente se termina refrendando en los ámbitos familiares, laborales, políticos y culturales en donde la buena formación humana es una invitada de piedra, que es marginada de forma alevosa, pues sus atributos ya no son necesarios para hacer desarraigar las deplorables diferencias y, mucho menos, para que aflore la conciencia crítica, que tristemente sigue refugiada ante las constantes amenazas de una nueva élite mafiosa/consumista que horada a nuestra sociedad.
Se trata de definir, el pensamiento creativo, subrayando a Lubart, como “el resultado de procesos intelectuales apropiados, conocimiento suficiente, un estilo intelectual adecuado, emociones y motivaciones pertinentes y los necesarios recursos ambientales”. Habida cuenta de lo anterior; planear, evaluar, ir más allá de los conocimientos, desarrollar habilidades para resolver problemas, dominar campos específicos de la disciplina, obtener información coherente, procesar, confrontar y contextualizar datos y conceptos pertinentes permiten de alguna manera, desmitificar de una vez por todo el concepto de creatividad. Des-divinizar la acción por demás normal de una persona creativa y des-activar alrededor de la estrategia educativa, la creencia malsana que las personas creativas son súper-dotadas. Infaustamente, insisto, esos poderes son multiplicados por la escases de investigación disciplinar y pedagógica de los docentes y avaladas por un dogma generalizado en los escenarios socio-culturales, que poco o nada contribuye para que la creatividad sea desarrollada desde los componentes científicos, teniendo en la institución educativa el espacio político inmejorable para tales fines.
En la formación humana, como en el acto educativo en sí, “explorar un espacio conceptual es una forma específica de creatividad: es transformarlo en otro. La exploración de este tipo de espacio no es meramente un acto pasivo de valoración de información, sino un acto que origina la transformación del mismo” (Boden, 1994). Incluso: es mirar por ejemplo; las problemáticas sociales a contraluz de los presupuestos disciplinares, didácticos y teóricos. Abordar la discusión académica sobre el desastre socio/económico de las inundaciones que padecen los pobladores del sur del departamento del Atlántico, desde las responsabilidades jurídicas/éticas de todos los gobiernos y ganaderos desde el año 1950 en la región, es una manera creativa de asumir las tareas curriculares desde las ciencias cognitivas. Como explica, Alfredo Molano, en su leída columna de El espectador, “el perverso ejercicio de desecar las ciénagas para ampliar sus propiedades, contraviniendo la Ley 97 del 46 y haciendo un daño mortal a los cauces naturales fueron las causas execrables de lo que contemplamos. Hoy los mismos ganaderos tienen que pagar el precio de su codiciosa irresponsabilidad con la inundación de un millón de hectáreas en pastos y el “desplazamiento” de cuatro millones de vacas”. Por ejemplo: discutir de manera civilista y argumentada la separación de las funciones del estado y las acciones de la iglesia, en el caso explícito de la despenalización del aborto o los avances constitucionales para la comunidad LGTB; implica un avance educativo en la formación humana que se debe impartir en las escuelas colombianas. Eso es creatividad a mi modo de ver.
Más allá de las rondas lúdicas, los juegos placenteros, el mal llamado entretenimiento pedagógico, el reto es y será siempre crear (transformar/intectualizar) nuevos espacios que dejen aflorar progresivamente y desarrollar con audacia los procesos intelectuales, como un escenario ideal para paladear la creatividad. No se debe confundir recreacionismo, sin ofender a los que desarrollan esta actividad, con el pensamiento creativo. Criticidad, reflexión, teorías, consultas coherentes en los disciplinar y lo didáctico es un buen comienzo para adoptar comportamientos inteligentes. Comportamientos creativos, intelectuales; por tanto, éticos, políticos, dimensionales. En el sentido que la escuela cambia, en la medida que la sociedad lo hace. Pero para que la escuela propicie los cambios que la sociedad necesita, es perentorio desarrollar la creatividad en calidad de variable cognitiva.
“Todo empezó en la sorpresa, en un encuentro casual, pero la noche es traviesa cuando se teje al azar. Sin querer se hace una ofrenda que pacta con el dolor, o pasa un ángel, se hace leyenda y se convierte en amor”. Haciendo eco a este escrito, Silvio Rodríguez suena en mi PANASONIC. 37 grados hierven a Valledupar. Lo segundo es inexorable calor y lo primero es pura creatividad.

Parra Rodríguez, Jaime. En Tendencias de estudios en cognición, creatividad y aprendizaje. Sede Estado del arte. Facultad de Educación. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá. 2005. Pp. 35 a 52.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Más que un artículo, me parece una crítica acertada y pertinente, con el cual estoy de acuerdo y comparto.

 
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