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sábado, 26 de septiembre de 2015

Roberto Ovelar, Alcalde


Hablar de juego limpio en los procesos electorales es como pedirle peras al olmo. El juego limpio en las contiendas politiqueras es sinónimo de pendejada, de bobería. No como debiera ser: un concepto cercano a la honestidad, sin más arandelas.
Por tanto jugar limpio, por lo menos en el deporte, es una expresión muy utilizada para denominar el comportamiento leal y sincero además de correcto en el deporte y en la vida cotidiana. Es decir es muy importante expresar respeto hacia el contrincante, ser sincero con el árbitro y correcto con los asistentes. Fácil de contarlo aquí, complicado de materializarlo en la vida real.
La preocupación por el juego limpio ha ido en aumento en todo el mundo, ante la reiteración de conductas deportivas cuestionables, no sólo por parte de los jugadores, sino por parte también de dirigentes, patrocinadores, padres y familiares, árbitro, etc.
El sábado en la noche se presentó una acción de las que por su valor ético y moral pocas veces se ven en el fútbol. Durante el encuentro entre Atlético Junior y Autónoma, por la décima fecha de la Liga Águila, el delantero paraguayo Roberto Ovelar, del onceno tiburón, sacó del error al árbitro Gustavo González, quien había pitado penal en una jugada en el área de los universitarios.
Se jugaba el minuto 5 del primer tiempo con el marcador 1-0 a favor de Autónoma. Desde zona derecha llegó un centro y Ovelar saltó con el defensa Wanner Pacheco. El balón dio en la mano del delantero guaraní, pero el árbitro González lo interpretó al contrario, sancionando tiro penal ante el reclamo de los afectados.
Sin embargo, casi al instante Ovelar se le acercó al árbitro y le confirmó que la mano había sido suya, por lo que el juez central echó para atrás la decisión en una auténtica acción de juego limpio por parte del jugador, hecho que fue aplaudido por los aficionados y que motivó a que los de Autónoma se acercaran al paraguayo para felicitarlo por lo que acababa de hacer. Sin embargo el árbitro aplicando a rajatabla el reglamento de la cuestionada y corrupta FIFA le mostró tarjeta amarilla a Roberto Ovelar. El mensaje para los niños y adolescentes que se están formando y que estaban frente a la pantalla de los cientos de televisores del país es que la honestidad se castiga.
La honestidad del delantero Roberto Ovelar no hace parte del negocio del fútbol, y mucho menos, de las componendas de los aspirantes a los cargos públicos que se ferian el próximo 25 de octubre en Colombia.
El acto de honestidad del ariete paraguayo no ha tenido la exposición mediática que debiera en los principales periódicos y revistas del país, pues la honestidad no posee propagandistas que la quieran visibilizar. Es como encontrar una aguja en un pajar: invisible, imposible, etéreo y a nadie le interesa replicarla. Raya en la tontería y un tonto-honesto no tiene fanaticada y mucho menos feligreses.
En un país que le rinde abierta pleitesía a los delincuentes, a los vivarachos, a los torcidos, a los corruptos, la lección de moral que dio el futbolista del Atlético Junior debe ser festejada con alborozo. Hay que recordar que se dio en el marco de un deporte que la mayoría de las personas lo entienden como un negocio, como un salvavidas social, y por tanto, sacar ventaja a cualquier precio, es la oración predilecta para los personajes que viven del balompié.
Sabemos como reaccionó el Director técnico del equipo rojiblanco Alexis Mendoza por sus declaraciones en la rueda de prensa: estuvo totalmente de acuerdo con la actitud de su jugador. Nadie ha escuchado a los miembros de la familia Char los propietarios del equipo, politiqueros de oficio y empresarios de tradición. Pocos creemos que politiquería, dinero y honestidad puedan convivir en el mismo piso. Muchos estaríamos interesados en conocer el contenido y el tono de la charla que el ex senador Fuad Char sostuvo, si es que lo hizo, con Roberto Ovelar.
No estoy seguro, pero sería muy bueno ser parte de esa minoría de valduparenses, que están seriamente interesados en saber quién está financiando las costosísimas campañas de ciertos candidatos a la Alcaldía de la ciudad.
El despilfarro pavoroso de recursos económicos en vallas, gallardetes, volantes, camisetas, recolección de firmas, alquiler de silletería, gastos de gasolina, contratación de encuestas para aparecer encabezando los sondeos, afiches, asesorías de imagen colocan a la democracia en Valledupar en cuidados intensivos. Y a la honestidad como un artículo ridículo. Una salida pendeja de un tal Roberto Ovelar.
Es indigno y degradante imaginar el 26 de Octubre al Alcalde elegido recibiendo las llamadas de los oscuros personajes que pusieron el dinero contante y sonante para ocupar la soñada Alcaldía. Pedirán con nombre propio cada una de las secretarías, los contratos del transporte y la alimentación escolar. Nada más y nada menos.
El mal chiste de la meritocracia, las licitaciones limpias, las hojas de vidas de profesionales capaces, mejor dicho, el futuro de la ciudad estará hipotecado por 4 años más. Y la honestidad, bueno la honestidad, aparte de ser una palabra muy elegante e impracticable, por lo menos, para la mayoría de los politiqueros de Valledupar, será, como para variar, una bobería de un jugador de fútbol, que sueña, iluso, que el deporte es un deporte y no un negocio de truhanes. Igual que la politiquería en la ciudad de los santos reyes.
Imaginen ustedes la fotografía a color de los principales periódicos de la ciudad con las caras aburridas de los candidatos a la Alcaldía de Valledupar, en sus primeras páginas, comprometidos hasta los tuétanos con las mafias de la democracia local, recibiendo lecciones de honestidad de un futbolista, cuando debiera estar marcando goles, pues para eso fue que lo contrataron los dueños del equipo barranquillero. La charla sin sentido y tediosa se denominaría: la honestidad. Sin arandelas.
  
  




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