La
idea de la reelección presidencial en un país como Colombia, es reelegir las
políticas públicas que beneficien a las mayorías. A las mayorías que viven en
la miseria: educación de mala calidad, ríos contaminados, ollas de microtráfico
de vecinos, los servicios de salud y la muerte significando lo mismo, el crimen
gobernando lo que el estado mira de soslayo.
La
reelección en Colombia ha permitido reelegir el hambre, la guerra, la
impunidad, la corrupción y la persecución política. Un mal presidente para
atornillarse en el poder bombardea, hace falsos positivos, desarrolla un plan
de chuzadas y se roba el erario público. Y el pueblo impávido reelige ese
estado de cosas.
El
colombiano de a pie reelige porque sale beneficiado con una casa, la cual le
tocará pagar eternamente, en términos de esclavitud electoral, al presidente de
turno, a la carpa politiquera con la cual se arropa el tal líder que habita el
solio de Bolívar, como si esa casa no hace parte del paquete de Derechos que le
corresponde por el hecho de ser Ciudadano en el país del corazón de Jesús.
El
colombiano común y corriente reelige por conservar el puesto en las entidades
del Estado, por una beca de Educación superior en una Universidad de reputación
cuestionada de la capital del país, por una lámina de zinc, por un par de
tenis, por ser incluido en el listado menesteroso de Acción social, por no ser
un habitante habitual de las personas que se mueren en las puertas de los
hospitales del Estado, importante rol del cual nunca podrán escapar.
Insisto:
la reelección en Colombia ha sacado lo peor del espíritu dictatorial que reside
en el alma árida de los Presidentes que han gozado de tal herramienta
constitucional. Estos Presidentes, el de los 8 años más funestos de nuestra
historia, y el que intenta seguir en el sillón del poder en Santa fe de Bogotá,
no han mejorado los indicadores históricos en desigualdad social, igual que el
celebérrimo e invisible mandatario que “vendió” a Panamá, el súper ex
presidente que ahora es Senador y el hiperpresidente en ejercicio que después
será Asesor de algo que no sirve para nada, perdieron una porción descomunal
del mar de San Andrés, y así como vamos, Venezuela se quedará con Los Monjes y
Ecuador con otra porción del sur de Colombia. Eso es lo que han reelegido y lo
que se está a punto de reelegir.
Vuelvo
a insistir: la reelección en nuestro país ha sacado lo peor del espíritu
esclavista que reside en el alma mustia de los compatriotas que han observado
lo poco sirve la tal reelección presidencial. Estos colombianos apostaron sus
hijos al juego macabro de los falsos positivos, le colocaron música celestial a
la ceremonia de la muerte de la Ley 100, miraron con sospecha a los
funcionarios honestos que fueron chuzados por pensar distinto a los gobiernos
derechistas, observaron con “normalidad” el saqueo que estos gobernantes
hicieron a las arcas del Estado, financiadas en un alto porcentaje con los
dineros de nuestros impuestos, es más: consideraron y consideran aun que robar
y hacer obras no es repudiable, que ser un delincuente y ser buen gobernante
palia los crímenes. Sin el menor pudor le pusieron una vela a Dios y otra al
diablo, inventaron el artificio de la dualidad para estos especímenes que han
gobernado a Colombia, se disfrazan de malos todo el tiempo y a las 7 de la
noche inauguran el Festival Vallenato en el cual se homenajea a Diomedes Díaz
No
se equivocan los expertos en Política colombiana al decir que un país que ha
soportado o ha sido cómplice de tantas masacres, que ha cohabitado por gusto o
por coacción con el delito, que se aguanta que inauguren puentes en donde no
hay ríos, que avala con un silencio imperdonable los desplazamientos de
campesinos, que festeja la muerte de los colombianos que están al margen de la
ley, como si eliminar al otro garantizara el fin del conflicto, sobre todo
cuando la bala que mata a los malos, sale de los fusiles que están dentro del
marco de la ley, dichas balas son como para variar compradas con los dineros
públicos, que provienen, no siempre, de Colombianos que no aprueban la muerte
como instrumento político para aclimatar la paz
Soy
reiterativo: la reelección presidencial en Colombia no sirve. No hemos tenido
un Presidente que merezca más de 4 años, pues en ese lapso de tiempo recupera
(se roba) lo que invirtió en su campaña, por tanto no necesitan más tiempo. El
que usó 4 años más y pretendía 4 más, se llevó en sus voraces fauces los
girones de la endeble democracia, de la cual aun algunos utopistas se jactan
ante los ojos del mundo. En el mapa de la clase política actual o en la
parrilla de candidatos en la elección del 2014, los que realmente tienen
posibilidades de ganar, no merecen ni los 4 años que se ofertan en la
Constitución política, mucho menos verlos en los noticieros arrodillados del
medio día un periodo más. No sirve la reelección entonces, o tienen problemas
de Cultura política, los que tienen el poder omnímodo de reelegir.
¿A
qué se denomina Cultura política, cultura democrática, cultura electoral en el
currículo politiquero de Colombia? Me cuentan que a ejercer el Derecho al voto,
solo porque en la literatura democrática eso es el alimento de la paz.
Romanticismo puro. Me dicen que a mantener el espíritu de la participación
ciudadana, solo porque el voto en blanco o la abstención beneficia a los
corruptos de siempre. Miedo a los cambios drásticos.
Aunque
suena antidemocrático es urgente examinar los requisitos sobre Cultura política
que deben exigirse a los votantes para las reelecciones presidenciales en
Colombia. Si se equivocan en las primeras de cambio, hay que proponer controles
que no violenten la democracia, para que estos seres poderosos, puedan elegir
Presidente, sin que sus votos violenten los derechos políticos de los que
estamos seguros que la reelección no sirve.
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