Calidad educativa: un concepto en
constante construcción.
La visión compartida sobre el concepto de Calidad de la
educación, indica que éste debe abandonar la condición reduccionista al cual ha
sido sometido en las últimas décadas en Colombia por cuenta, obviamente, que el
estado cree que los resultados de las pruebas que aplica a través del ICFES, (este
Instituto realiza la evaluación de la calidad de la educación básica, pruebas SABER,
aplicadas periódicamente a estudiantes de tercero, quinto y noveno grados.
Asimismo, tiene a su cargo los exámenes de Estado de la educación media, SABER
11o. y de la educación superior, SABER PRO. También ofrece la oportunidad para
que personas mayores de 18 años validen su bachillerato, y para que estudiantes
de secundaria y otras personas interesadas se familiaricen con el examen de
Estado, a través de la prueba PRE SABER 11o. El ICFES también coordina la
participación de Colombia en evaluaciones internacionales), dan cuenta
de ella en su totalidad. Incluso, el concepto de Calidad en el territorio de la
formación humana, no solo está cuestionado, sino que la dimensión
plurisemántica de su contenido, involucra una gran cantidad de significados,
que en vez de esclarecer lo que realmente se busca, lo que hace es enrarecer la
discusión sobre su verdadera esencia.
Para, Rodolfo Posada, la Calidad educativa “es un proceso cuyos logros deben conducir
hacia la excelencia, expresada en el máximo desarrollo del potencial humano, en
una tensión creativa entre lo que se tiene (realidad actual) y lo que se desea
obtener (visión compartida)”.
El concepto anterior es contrario a otras percepciones,
que consideran que la Calidad en educación es un requerimiento accesorio para
discriminar o sobrevalorar las acciones políticas que se gestan en las
instituciones.
Dicho de otra manera, el concepto de Calidad llega a los
escenarios educativos no solo para indagar, si lo que aprenden los estudiantes
en las aulas sirve para desarrollar adecuadamente la sociedad, sino también
para instituir un ámbito sesgado en donde las prácticas escolares queden en
entredicho, pues para nadie es un secreto que toda idea política no solo debe implementar
sus propias teorías; también debe crear una gama de instrumentos especializados
para reafirmar o descalificar los procesos y productos en los cuales se hacen
inversiones financieras.
El estado, la sociedad civil, los medios, FECODE y las
organizaciones de distintas vertientes a través de los tiempos han endilgado
los epítetos más nefastos al desempeño de los maestros, a las deterioradas
infraestructuras escolares, a las desusadas prácticas pedagógicas, a la escasa
financiación en el sector y a la ausencia absoluta de compromiso de los mecenas
del aparato productivo. Se cree, sin duda, también, que ante la degradación de
la mayoría de los núcleos familiares del país, como consecuencia del
interminable conflicto armado interno, la escuela ha terminado rebasada por el
caos que viene de afuera de sus recintos; o en el peor de los casos, se ha
convertido en un espacio en donde se reproducen los problemas lacerantes de la
nación.
Es cierto que para que haya Calidad en el sector
educativo necesitamos mejores maestros, mejores currículos, más inversión, más
investigación, más compromiso, más instrumentos de medición, que “midan” y
ayuden a desactivar por fin los “campos minados” que han ido creciendo
alrededor de las instituciones educativas y que la han transformado en
factorías lúgubres en donde pernoctan niños y jóvenes que solo “piensan” en
responder ordenada y sumisamente una prueba.
Más allá del desempleo inatajable, el desplazamiento
aterrador, el desencanto generalizado y la depreciación de las expectativas de
vida en un país terriblemente desigual, no sobra decir que hoy tenemos más y
mejores herramientas para abordar las mieles del conocimiento, tampoco podemos
ocultar que parte de los desafíos que se le encomiendan a las comunidades
educativas no siempre están sujetas al cuestionamiento que se le hace al
docente, es urgente acotar que el magisterio, en calidad de colectivo político,
piensa que el concepto de Calidad de la educación, debe ser más integral desde
su concepción.
No basta con que rotulemos perversamente a la persona que
no acierta, pues en cada momento histórico de la humanidad cada cual deberá
asumir el porcentaje de responsabilidad que le pertenece; es necesario,
entonces, re-inventar unas nuevas lógicas pedagógicas, didácticas, evaluativas,
ideológicas y curriculares que propicien no solo mediciones frías y lapidarias,
es perentorio que esas nuevas dinámicas lleguen a las escuelas y hogares con un
mensaje renovado, provocador, festivo y científico; y después si, hablemos de
Calidad. O, para el caso referenciado, digamos como infiere lacónicamente Doherty,
“dejemos la calidad sin definir, pues ese
es el secreto”.
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