ERA
GOL DE YÉPEZ
En
los últimos tiempos los expertos en fútbol de la televisión colombiana, todos
sin excepción, se han encargado de introyectarle al grueso de la población
nacional, fanáticos abyectos al seleccionado de fútbol de mayores, un chip
virulento por el cual se le pretende hacer creer a todos, que cada que el
equipo pierde un partido, es por la incidencia directa de la mala fe del
árbitro.
Nos
quieren meter en el cerebro que todos los países del mundo, todos, nos ven como
una verdadera “amenaza” para sus proyectos de vida. Imaginan que Brasil, por
ejemplo, compra los árbitros en los partidos con Colombia para ganar y mantener
los 5 títulos del mundo que están tejidos en su gloriosa camiseta.
Lo
peor no es que estos tipejos que se visten de eruditos en el fútbol lo digan
sin inmutarse, pues son sólo unos paranoicos patrioteros que “inventan” ese
tipo de debates insulsos para embrutecer a los ociosos; lo vergonzoso es que
los que están al otro lado de la pantalla de televisión sigan creyendo que fue
gol de Yépez, o de Falcao, pues el hoy jugador del Manchester United, “casi”
marca un gol de cabeza en el juego amistoso que Brasil le ganó a Colombia en
Miami.
Para, Juan Carlos Toro,
el colombiano que repite histéricamente lo que dice RCN o CARACOL, que confirma
lleno de ira, que lo que pasó en Brasil, “era gol de Yépez”, le tocó vivir la
siguiente historia: “En una caja de cartón pequeña cupieron su bluyín, la
camisa y las otras pocas pertenencias. Con ella escapó de su casa a los 15 años
de edad para huir de un padre maltratador. Reconoce que hizo dinero, también
que lo gastó a raudales en trago, mujeres, parranda, esfumando así su sueño luminoso
de niño: ser una persona importante de eso que sonríen en las vallas
publicitarias en tiempos de elecciones”.
Pero que va… este
colombiano se siente “robado” cuando el árbitro español anula injustamente o
justamente el gol a Colombia en el Mundial de Brasil, como si eso fuese
definitivo para mejorar los niveles educativos en las veredas más remotas y
miserables del país. Ese colombiano, que es la suma de todos los colombianos,
manipulable en exceso, cree que el fútbol es el brazo alargado del patriotismo
y que estos muchachos: James, Falcao o David Ospina son héroes de no se sabe
qué cosa, solo porque los dueños de RCN y CARACOL saben con absoluta certeza
que la enfermedad del fanatismo deportivo, se parece mucho a la pandemia de las
historias estúpidas escritas con el pedernal de la mentira sobre Bolívar,
Nariño o Santander.
Ese colombiano
des-educado, buen amigo, violento, queridísimo e irracional, hijo bastardo de
CABLENOTICIAS Y CITYTV seguirá discutiendo largamente que “era gol de Yépez”, y
estoy seguro, que también afirmaría, sin fallarle una tilde, que la
homosexualidad es contagiosa, y que el mundo se va a acabar porque los gay ya
son iguales a todo el mundo, a espaldas de los extremistas de las inconsolables
biblias y de las rabietas comunes de los derechistas del país.
Juan Carlos Toro cuenta
en su relato, que éste colombiano, hermano de todos nosotros, para bien o para
mal, “huyó nuevamente, esta vez acusado de un asesinato que no llegó a cometer.
En Corabastos bultear fue su rumbo y luego de tanto mover carros logró sacar
licencia de conductor. Hoy, en la séptima década de la vida, su vehículo
transporta huéspedes extranjeros y nacionales en un hotel de la capital”.
Dicen que después de
sobrevivir a una diabetes agresiva, a un cáncer incipiente, a una intervención
quirúrgica a corazón abierto y a su EPS, se emborracha como en los buenos
tiempos, le echa la culpa de todo a los comunistas, y piensa sin saber porqué,
que Dios ha sido benigno con él. Reza mucho y peca al triple. Y su oración
predilecta, es que siempre será necesario que haya pobres, porque sino a quien
esclavizarían los ricos. Bueno, también cree, que Colombia así como va, será
campeón de fútbol en Rusia 2018, y obviamente, que “era gol de Yépez”, así eso,
hoy por hoy, nos haga ver como unos estúpidos perseverantes.
El colombiano del cual
les hablo, aplaude cuando aterriza el avión, cuando estuvo en el extranjero
hizo todo lo que jamás hizo en su país, pide rebaja en todo y hasta ñapa en
todo, también. Este compatriota voluble se emocionó hasta las lágrimas con
el Premio Nobel conseguido por Gabo en 1982, recita sin fallas catastróficas las
frases maravillosas con que García Márquez comienza su ópera prima, <Cien
años de soledad>: “frente
al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar
aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Sin embargo,
de forma iracunda, le retiró a Gabo todo su amor literario, cuando se enteró
tardíamente, por un trino infame de María Fernanda Cabal, que el alquimista de
Aracataca era ateo confeso y comunista por convicción.
Este tipo de colombianos son los que hacen
posible que la frase, “era gol de Yépez” deba ser incorporada al poco escuchado
himno nacional, en reemplazo de la poco practicable y en desuso: “oh gloria
inmarcesible, oh júbilo inmortal.
El colombiano de la historia de Juan Carlos Toro,
parcero de nosotros, se parece en demasía, al colombiano que retrata William
Ospina en su libro, “Pa que se acabe la vaina”. A este paisano nuestro le
molesta que Colombia sea llamada sin pudor alguno, pero con toda razón “Estado
delincuente”, por la probada complicidad con los falsos positivos, las
chuzadas, las desapariciones forzadas y el expolio de las tierras a los
campesinos.
A este amigo entrañable, debo llamarlo así, le
parece grotesco que Colombia sea denominado un “Estado inhumano”, por su
comprobada responsabilidad en saquear los raquíticos bolsillos de los
compatriotas a través del 4 por mil, dejar morir a sus connacionales en las
puertas de los hospitales, por hacer de la miseria una herramienta electoral
que mata más que el cáncer y el SIDA juntos.
Este colombiano, tan querido él, ve con buenos
ojos que el Presidente robe y haga obras, que el Procurador arrinconé a las minorías,
que los homosexuales regresen a su closet, que todo sea como antes, como cuando
la letra entraba con sangre, como cuando las mujeres eran un recipiente
recolector de semen, que no haya derechos humanos, como antes… así, de pronto,
los árbitros, todos unidos, hagan una carta a la FIFA, en donde ellos,
arrepentidos y llorosos, rectifiquen con toda la honestidad del mundo, que si
fue gol de Yépez. Me imagino, que así, todo el mundo volvería a la normalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario