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domingo, 20 de diciembre de 2009

ÉSTAS VIEJAS ESTÁN LOCAS (Minicuento)

Rociaron con gasolina venezolana las cédulas con las fotos inmostrables de décadas pasadas. Los vestidos minúsculos y a la moda, las panties con las historias de la noche anterior, los brasieres mojados con la respiración de la lamida anterior, las pieles del alma suplicando otros amores menos compasivos y más prácticos, lo que fueron de jovencitas y lo que quisieron ser en la adultez, en lo que creían creer, sin saber cómo y en lo que jamás creerían, sin saber porqué, los amores infestados de tragedia y los novios cornudos que les habían abundado en los últimos años. Sus bien llevados 40, 35 y 30 almanaques brístol. Y le metieron candela sin un mínimo asomo de remordimiento. De 40, 35 y 30 se estacionaron en 30, 25 y 20; después en 20, 15 y 10; más tarde en 10, 5 y 0; y luego en 0, 0 y pañales; y ya sin remedio en pañales y biberones las tres. Carmencita tiró por la borda sus estudios de Derecho en la Universidad del Atlántico y su empleo de corbata en la Procuraduría regional. Julietica se pasó por la faja sus jugosos negocios de lavandería en toda la ciudad y Margarita le importó un bledo dejar a su Cartagena del alma, aburrida de las proezas delirantes y las mentiras necrológicas de un novio que vivía en el exclusivo sector de Manga para volverse loca. El galán terminó encabezando con el orgullo a mil el desfile anual de la comunidad gay de la capital de Bolívar, a espaldas de la locura de su ex novia.
El llanto enternecedor de las tres se alcanzaba a escuchar por el sector de Coca cola, en la novena arriba, dicen los trasnochadores de la zona rosa, a mi no me crean. Pero dicen también, contradiciendo la lógica de las cosas, que también las vieron abordando un taxi con rumbo desconocido, nuevamente con sus envestiduras de adultas. El automotor se enrumbó por la doce y a la altura de la gobernación se elevó inexplicablemente. Dicen que el viejo chofer se orinaba, reía y lloraba.
Dicen que en “Salsa Barranquilla”, la baraúnda de la música caribeña se acalló por varios minutos, para ver el destartalado vehículo zarandearse en la fuerte brisa decembrina. Dicen que del viejo taxi llovieron panties beige, brasieres rosados y vestidos fucsia. Cuentan que el viejo taxista se negaba a lanzarse en el paracaídas, porque al parecer le estaba yendo más que bien. Bueno, los suspiros entrecortados, debían ser, para hacer honor a la imaginación, del viejo motor del anciano, a punto de infartar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, esas locas no sabían que Osmen les tenía el ojo puesto, para hacer de sus locuras una excelente creación

 
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