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sábado, 19 de diciembre de 2009

Educación y ciudadanía: desafíos y perspectivas más allá de los linderos de la escuela (Articulo)

Para las personas que cotidianamente estudian y cuyo propósito fundante es lograr un lugar selecto dentro de los controvertibles espacios académicos, las instituciones educativas deben percibir y hacer que los demás perciban los ámbitos de formación humanística en calidad de escenarios que permitan en el mediano plazo, “superar la mirada curricular de la educación. En lugar de contenidos, materias, se cree que debemos ir a la diversificación de los campos del conocimiento relacionados con una lógica de desarrollo nacional y local, de experiencias prácticas en múltiples campos. Una formación ciudadana, humana que permita abrirse al mundo y actuar en él en cualquier ámbito”. Para ello es necesario que los colectivos docentes aprendan más y mejor con el fin de dominar los campos disciplinares correspondientes y con ello cuestionar las estructuras cognitivas estandarizadas propuestas por el estado.

La interpretación racional de las realidades locales que se dan en el aula de clase, es un ejercicio dialogante entre sujetos humanos que poseen necesidades comunes y asimilan satisfactores congruentes en el sentido “de fortalecer el rol de una sociedad educadora y una sociedad que aprende. Hacer una red pedagógica alrededor de la escuela con múltiples actores de la comunidad, de sectores productivos, artísticos, culturales, científicos, académicos, profesionales, artesanales y de los más diversos oficios. Que permitan dinamizar la escuela, para transformarla verdaderamente en un espacio público, un espacio de participación, creatividad, encuentro, actoría. Participación real y efectiva en el proceso de educación, en las más diversas propuestas de autoaprendizaje y aprendizaje colectivo, y por supuesto, en la toma de decisiones”. Reconocer que la escuela en sus distintos niveles jerárquicos se extiende por fuera de su espacio institucional, acrecienta las oportunidades para derrotar la retórica supraverbal del conceptismo en el cual los expertos en el tema han querido confinar a la educación, para hacerla ver como un artefacto clasista que propicia silenciosamente lugares de exclusión. Mientras los tecnócratas del Ministerio de Educación Nacional se jactan de la inserción de nuevos paquetes tecnológicos para abordar los procesos de calidad en el sistema, se cree sin duda alguna que “el ser humano debe seguir siendo el centro del quehacer educativo. Solo así es posible volver al proceso natural de enseñanza y aprendizaje en la vida, en el mundo, en el contexto real, en la cotidianidad. El hecho pedagógico se debe re-crear en calidad de encuentros significativos entre personas, las más diversas posibles. Docentes que no son reemplazados ni por el currículo, ni por las materias, ni por los textos escolares... sino personas que aprenden y acompañan el proceso de formación de las nuevas generaciones. Estudiantes no vistos como objetos - obedientes y que deben acumular contenidos, sino seres humanos dinámicos, creativos, que se apropian de su propio proceso de aprendizaje”. Adentrarnos en la canasta académica propuesta por Karl Popper para encontrarle respuestas vitales a los problemas reales de la sociedad, desarrollar el pensamiento contestatario y beligerante en el marco de la argumentación teórica y convertir la información en conocimientos, para usar la tangibilidad de ellos en la solución perentoria de las diversas encrucijadas sociales es una tarea que apenas comienza.

La profundización del fenómeno educativo en Colombia pasa por la comprensión de “las múltiples formas de aprendizajes, de comunicación ("acción comunicativa"), de participación en el aula y en diversos espacios. La idea de integrar realmente las diversas formas de comunicación humana en la escuela más allá del uso mecánico de las computadoras, explorar nuevos enfoques de comunicación entre pares que permitan abrir sus horizontes, no solo receptores de comunicación sino generadores de su propio proceso comunicativo hacia sí mismo y hacia la sociedad”. Recurrir a los estudios de Jurgem Habermas para definir desde la “pretensión de validez” la cientificidad y aplicación efectiva del suceso pedagógico, la utilidad consustancial de las herramientas didácticas y las indagaciones teóricas recientes que indican que en la formación humana aún no todo está dicho.

La “construcción de comunidades de aprendizaje” por fuera de las aulas colombianas de cualquier índole es un desafío educativo y político que va más allá de las deudas sociales contraídas por el estado con sus conciudadanos. Corresponde a los docentes en todo momento y en todo lugar la redefinición de “una nueva institucionalidad educativa, más humana, en lugar del castigo, la tarea obligatoria, las notas y el miedo, que fomente el placer de aprender y vivir, crear, investigar, compartir...” Llegó la hora de extender un veto ciudadano a la criminalidad y arraigar un cerco humanitario a la guerra desde la escuela. Replantear los discursos curriculares desde preescolar hasta los estudios de posgrados, es un fin inaplazable que requiere más ideas, investigación y creatividad, que los horrores que provee la corrupción, la politiquería y el anarquismo. El veto del cual hablo debe ser un espaldarazo a la Constitución de 1991. La escuela en calidad de matriz de la política de un estado debe enseñar a los niños y jóvenes a rechazar desde la democracia, el absolutismo y la dictadura del estado de opinión, traído a colación por una clase política ultracatólica, extremista, ultraconservadora, opusdeista y corrupta (La criminalización de la dosis personal, la prohibición del uso de la píldora del día siguiente y la suspensión de la ley que despenalizó el aborto de manera parcial, es una prueba inmoderada de ello). Es la institución educativa la que debe ejercer el liderazgo erigiendo un cerco humanista desde la ética y la estética. Son los docentes en cabeza de las comunidades escolares los que deben iniciar esa gran “minga”, para recuperar a través del conocimiento, la investigación y el estado de derecho los harapos de la carta magna, para devolverles a los niños y jóvenes el país que se merecen. Restituir la fe en el apostolado de la pedagogía va más allá de atender juiciosamente a los y las estudiantes que la sociedad nos confía. Se requiere de una labor entusiasta e ideológica. Que construya una manera distinta de ver a la sociedad, en relación con una educación que se fortalezca precisamente fuera de los espacios institucionales. Se trata, entonces, de un dialogo fecundo entre los ciudadanos comunes y las ideas educativas de avanzada. Porque de nada servirá tener las mejores instituciones educativas desde la óptica sesgada de las evaluaciones que hace el estado, si el país se desmorona dramáticamente en una inenarrable vorágine de sangre, bellaquería y dolor. Se nos enseñó, que es la educación la trinchera ética, científica y emocional que debe oponerse al desvarío de ciertos caudillajes, que han socavado las democracias a nombre de la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social. Trípode éste que amalgama toda una nueva idea de dictadura elaborada para interponerse a la bestia del terrorismo.

Desde las cenizas del caos que no cesa, el ave fénix de la educación, hoy más que nunca debe seguir siendo la pieza clave para exorcizar la tragedia de la pobreza; la única pandemia innegable que amenaza el futuro de nuestros niños, niñas y jóvenes.



Venegas Guzmán, Hugo. Educar para comprender la sociedad. Contrato Social por la educación de Ecuador. Quito-Ecuador. 2008.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La escuela es la base de la civilidad y la democracia, tambien el santuario en donde se hace visible y se ha de desarrollar el estado de derecho. Basta de escuelas cobardes que se esconden en los curriculos que diseñan los ministerios de educación para hacerle juego a la competitividad, la conformidad y la criminalidad.
Dramático analisis. Muy bueno.

 
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