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lunes, 14 de diciembre de 2009

ESCUELA DE FIERAS (Cuento)

Las bestias llegaron a las 6 de la mañana a la clase de Ética. Cada cual haciendo causa común con la presa del día. No hubo saludos matinales, ni parabienes para nadie. Cada una se ubicó en su espacio demarcado por el odio propio. El ambiente es enmarañado, el hedor a estiércol ahoga. La fiera-presa levanta la vista cansada y deja escapar un vaho pútrido. Tiene los ojos azules con un rasgo ácido en la mirada. No observa. Acuchilla. –“El tema de hoy trata sobre las libertades individuales del hombre”-. Dijo, sin apartar la vista de un montón de papeles, que sacaba y metía nuevamente dentro del maletín de cuero. A pesar de la edad los nervios de la inexperiencia se le notaban por el sudor de las manos. “-El hombre nace libre y la sociedad lo corrompe. Quiero iniciar la discusión sobre las libertades, usando éste viejo principio”-. Gruñó, recuperando el aliento. Tomó el marcador de tinta borrable e inició la elaboración de un mapa conceptual, encabezado por la palabra libertad. -“¿Qué es la libertad, Zutano?- Preguntó extrayendo el cuchillo de 16 pulgadas del abdomen de la bestia. Lo limpió con una bayeta roja y esperó con el arma lista la respuesta estúpida. “–Es hacer lo que a uno se le venga en gana”- Apuntó, ahora al corazón. –“Respetando de una u otra manera lo que el otro haga, cuando se le dé la gana, sin que eso que hacen los dos violente a los demás, ni a ellos mismos”- El filoso cuchillo fue guardado cuidadosamente en una cubierta esplendorosa de cuero negro. Otras bestias lamían la herida abierta de par en par de Zutano. Zutano sacó un destornillador de 25 pulgadas para preguntar. –“¿Profe, el ejercicio de las libertades individuales debe superar el absurdo de las leyes?”- La puñalada fue directa al cuello de toro barcino. La piel endurecida dobló la hoja del destornillador y se alojó en lo profundo del hombro. Mugió tristemente. Se incorporó con la pesadez de más de 40 años de magisterio y dijo: -“La ley debe recuperar la esencia de las libertades, pero si la ley es absurda como usted plantea, entonces, es la sociedad civil a la que le corresponde protestar para ejercer tales libertades”- A Zutano se le aplazó el sueño de degollar vivo al arrogante maestro. El mapa conceptual explicaba las sabias premisas de la vieja fiera. Las bestias jóvenes observaban con deleite el rio sanguinolento y espeso que bajaba del hombro. Todo estaba como al principio. La fiera-presa lo reiteró desde la puerta de madera: -“La libertad es la base de las democracias civilizadas, pues no se trata de que las personas hagan, la idea es que los seres humanos sean capaces de racionalizar lo que hacen de manera inteligente”- Rugió lastimeramente y se marchó dando tumbos. Adentro las bestias jóvenes se acuchillaban entre sí una y otra vez. Vísceras, cabezas, patas y manos bañadas en sangre decían que los consensos no habían sido posibles. Zutano, con una mano mutilada, aullaba: -“La libertad es el poder de los inteligentes”- Y, Mengano, con las vísceras en el pupitre, le replicaba: -“La libertad es un invento de las minorías, para implementar la democracia”- Zutanito decapitó enloquecido a Zutano, exhibió la cabeza sonriente, y decía: -“gran marica la libertad crea caos, desorden y muerte”- La cabeza quedó en la mesa del maestro. Aún sonreía. Perencejo hizo lo propio con Mengano, le atravesó el corazón con una espada resplandeciente, no sin antes decirle, tomándolo por el cabello rojizo: -“la libertad de estos Hijueputas, lo que ha hecho es hacer crecer la desigualdad”- Y lo masacró. La campana indica que son las 12:30 del día. El último bloque de clases no se laboró, porque la rectora se inventó una reunión para explicar, planificar e implementar una de esas medidas curriculares absurdas, que hacen más complejas y degradantes las relaciones formativas dentro de las jaulas. Las bestias jóvenes se marchan a sus madrigueras pensando en cosas reales como el sexo y la rumba. Algunos escuchan música que endiabla el alma, otros babean sin pudor alguno a la novia de turno. Algunos simplemente esperan defraudados un medio de transporte y otros atraviesan la selva a pie con la endeble convicción que lograron sobrevivir a otro día más, sin saber cómo, porqué y para qué.
La fiera-presa de ese día afilaba el machete sin descuidar ningún detalle. Ungía crema en la cacha para incrementar la eficacia de los golpes y colocaba ají picante en el filo para aumentar el dolor de la posible víctima. Sabía por su larga experiencia en el gremio docente, que la clase de Religión implicaba una lucha sin cuartel, y seguramente, la de esa mañana no sería la excepción. Una bestia joven recién bañada huele a desencanto con las pieles relumbrantes y los cabellos aún mojados. Las miradas clavadas en el piso anticipan las letanías de la muerte. –“Hoy hablaremos de la autoridad suprema de nuestro señor Jesucristo”- La maestra utilizó el más ceremonial de los tonos, mientras la caricia que le hacía al filo del machete le cortaba la piel del dedo meñique de la mano izquierda. –“Dios los ama y quiere lo mejor para todos nosotros”- Y lamía su propia sangre. –“Pero definitivamente, eso tiene un precio. Ustedes son pecadores desde el nacimiento, por los deslices atroces cometidos por sus padres”- A Zutano no le gustó el contenido especulativo del chiste. –“Por tal motivo, deben someterse a ciertos sacrificios, los cuales son imprescindibles para ganarse el cielo”-. Zutanito desenvainó su nuevo sable de 70 centímetros de largo. –“Dios, es el ser supremo, no se equivoquen, por ahí los medios de comunicación confunden a los jóvenes, pero la palabra de Dios está aquí, para guiarlos en lo que deben hacer para ser bendecidos”- Zutanejo le saltó a la yugular con una precisión de cirujano. La sangre salpicó el tablero blanco. –“Profesora cuéntenos una de vaqueros, porque esa historia no se la come nadie”- La maestra se retorcía con las manos en el cuello, intentando contener la catarata de sangre. –“Respete joven, la palabra está escrita y se debe reverenciar siempre”- Zutanejo no pudo evitar el machetazo en el brazo derecho. Bramó con los dientes apretados. –“Profe: ¿dónde se encuentra Dios cuando matan, violan y secuestran a los niños?-. Zutanejo apuñalaba el cuerpo cansado de la vieja maestra. –“En los corazones de las gentes que creen en él”- Y le mutiló el otro brazo. –“Valiente Dios el que tenemos nosotros, ahora solo falta que sea omnipotente y omnipresente”- La maestra rengueaba por la jaula agonizante, pero alcanzó a cortarle una pata a Zutanejo. –“El ensayo sobre la omnipresencia de Dios debe presentarse con 5 bibliografías, mínimo 10 cuartillas de extensión, letra arial 12, para el próximo martes”-. Zutanejo recogía los brazos y las piernas adolorido. La maestra recuperaba el color del rostro. –“Dios cuida de ustedes”- Dijo al marcharse con la ironía paseando en los labios. Cuchillos, machetes, motosierras, espadas y sables no eran capaces de lograr un acuerdo mínimo para dilucidar los textos que servirían para presentar el Hijueputa ensayo, los sitios de reunión para hacer las consultas y si la maestra se comería el cuento del corte y pegue de internet, tan efectivo en estos tiempos de maestros cretinos y tecnologías etéreas.
Noviembre llegó con sus brisas tiránicas y sus alegrías indefendibles a la selva recia y montaraz. 125 bestias recibirían el titulo de fieras en una fastuosa celebración. 16 bestias deberían presentar actividades complementarias de recuperación de logros académicos en el mes de Enero, que les permitiera demostrar unas competencias mínimas para ser una verdadera fiera. 9 bestias más no supieron aprovechar el tiempo y debían repetir el grado undécimo. En la ceremonia de graduación no hubo carnicería argumental, ni discusiones bizantinas, ni sustentaciones panfletarias. Las fieras mayores alabaron sin misericordia a las nuevas fieras y les auguraron un futuro halagüeño en la competida y globalizada selva. Se hartaron con las vísceras propias hasta la saciedad en una conmemoración de halagos mutuos. Más allá de los linderos traslúcidos de la racionalidad, en donde el conocimiento se arrastra a los pies putrefactos de la politiquería y el sentido común se arrodilla al pájaro gris de la ignorancia, donde las ideas sobrevivieron, no se sabe cómo, a un falso positivo celestial y las ideologías revisan con una lupa de última generación la realidad, esperan por las viejas fieras y las nuevas bestias. Las armas asesinas descansan. Alguna fiera despistada dejó adrede la puerta de la jaula abierta. Quizá alguna bestia anonadada se equivoque y entre. Para que la carnicería invoque la fiesta.
Dicho y hecho me volví a cortar el dedo índice, tan necesario y persuasivo para amedrentar y decirle a las bestias: “que así como van, no llegaran a ningún Pereira”. Mi sangre tampoco es que tenga muchos fans. Les advierto.
 
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