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jueves, 17 de diciembre de 2009

LA MOMIA Y EL HÉROE (Minicuento)

A mi modo de ver debía ser una discusión acalorada y cuestionante. De esas que se dirimen en la filosa alquimia de las teorías más místicas y las sustentaciones más vehementes. La hermosa modelo habló con calculada finesa: -“desde la perspectiva del catastrofismo, la edad de la tierra no necesitaba ser excesivamente prolongada. 6000 años sería la cifra que Cuvier defendería frente a los gradualistas”-. El cielo gris se abría y amenazaba. El patrullero midió el tamaño de la tierra, con los conocimientos almidonados en las películas de Bruce Willis, se acordó de la beatífica redondez de la tierra que certificó ¿Vespucio o Colón?, recordó desde las maquiavélicas series religiosas de semana santa aquel ¿adagio bíblico?, “polvo eres y en polvo te convertirás”, y dijo con entusiasmo de drogadicto: -“bueno la tierra es el centro de todo, es la matriz de los colectivos humanos, en el sentido que proporciona no solo bienestar, sino que en ella se extienden los procesos vitales de los animales superiores e inferiores”-. El cielo enloquecido empezó a sonreír esquizofrénico. Saqué un cigarrillo importado y me relajé. La beldad con sus curvas sofocantes era catastrofista y el policía con sus ademanes quijotescos era existencialista. A mí me daba la misma vaina lo que fueran. Ella iría a momificarse por horas y horas en una meticulosa sala de suplicios, para después desarrollar el humillante juego de las titeretadas. Él iría a salvaguardar el sepelio de la institucionalidad en una ciudad de rufianes y mesías, en un submundo de mierda donde lo substancial es sacar la nariz y usarla.
Fue lo único que me quedó claro de aquella rarísima conversación. Por eso empezó a llover sin compasión, hasta el punto que la única forma de no ahogarse en las aguas delirantes era subirse a un techo infestado de soledad o ufanarse de medir más de 1 metro y 79 centímetros.
La modelo iba embalsamada en su vanidad rumbo al Rio Guatapurí por uno de los crípticos callejones de la Cuarta. El policía se ahogaría también, convencido que en el más allá laurean a los héroes por cumplir con sus obligaciones. Tres días después el Rio Guatapurí devolvió las basuras fétidas a su cauce agonizante. Tres días después saco otro cigarrillo importado y me relajo. “Jesús es verbo no sustantivo” de Ricardo Arjona, me recuerda que mi vida es una plegaria sin lunáticos confidenciales que ni el Rio Guatapurí pudo confinar con las basuras. “Desde niño fui aprendiendo que la religión no es más que un método, con el titulo prohibido pensar que ya todo está escrito…” Escucho. Otro cigarrillo y ya. Lo prometo. Carraspeo. Esputo. Me evado. No estoy …

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vanidad, demencia, religiosidad y exclusión. Creo son el caldo de cultivo de estos pueblos bucolicos, en donde lo más importante es la superficialidad y lo menos relevante es la ética.
Interesante combinación entre la denuncia social y la literatura. Finalmente, para mi, ese es el proposito unico de la literatura.
Buena esa.

 
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