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miércoles, 30 de abril de 2008

SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO: Utopías y realidades (Ensayo)


La época actual se califica como una estancia social en donde la educación sitúa al ser humano en la sociedad del conocimiento o bien en el mundo laboral. La función de la universidad y los distintos desafíos docentes indican que formar sujetos para construir redes cognitivas frente a la solución de los diversos problemas sociales, está inmerso en políticas de estado que la mayoría de las veces deja al individuo a la deriva; la referencia es explícita para nombrar un alto porcentaje de la población que es literalmente "tragada" por la miseria, la corrupción y la politiquería. Una sociedad del conocimiento “parte del principio de la participación colectiva de los miembros de una sociedad para la producción y uso del conocimiento en la transformación de la calidad de vida de las poblaciones, independientemente del sector social al que pertenezcan”[1]. La importancia de los sistemas educativos y las universidades en particular – como centros de producción y circulación de conocimientos – en la creación de las condiciones de posibilidad de alcanzar el nivel de sociedad del conocimiento, es que juegan un papel fundamental en la formación de las personas para que aprendan a aprender, a hacer un proceso crítico de la información a la que tiene acceso y a generar conocimiento, en contraposición al desarrollo de actitudes y formas de pensamiento receptivas, propias del consumo de información. En la actualidad las aulas de clases de la educación básica, media y universitaria son laboratorios en donde se forman sujetos bajo el modelo positivista, cuyo fundamento esencial es la racionalidad técnica de cara al ejercicio profesional. Queda poco tiempo real de trabajo escolar para “desarrollar el pensamiento crítico, creativo y reflexivo; es decir, es necesario formar estudiantes y profesionales para la creación y el uso crítico del conocimiento y no solo para el consumo de la información”[2]

Esto implica que los currículos de las instituciones educativas y las tendencias actuales de la función docente ante las exigencias e intercambios que se están presentando en los mercados internacionales deben ser reestructurados en profundidad. La misión de las universidades en el siglo XXI pormenorizada en la Declaración mundial sobre la educación superior aprobada en Paris en Octubre de 1998, en la conferencia organizada por la UNESCO, “se precisaron las responsabilidades que le incumben a éstas instituciones, entre las cuales se destacan: Crear conocimiento y difundirlo para contribuir al desarrollo sustentable y al mejoramiento del conjunto de la sociedad; comprender, interpretar, preservar, promover y diseminar las culturas nacionales, regionales, internacionales en un contexto de diversidad y pluralismo; proteger y reforzar los valores sociales como la paz, la justicia, la solidaridad, la igualdad y la no – discriminación, ofreciendo perspectivas críticas para el reforzamiento de las visiones humanistas; ser centros que anticipen problemas y satisfagan necesidades relevantes de todos los sectores de acuerdo al contexto, mediante el análisis permanente de las tendencias emergentes; diversificar de modelos las instituciones para lograr mayor equidad y desarrollar el pensamiento crítico y la creatividad”[3] Descomunal responsabilidad es más allá de una declaración luminosa y quimérica, una decisión que debe ser acompañada por toda la sociedad civil. O, por aquellos dirigentes que justificándose en la representación que los votos proporcionan, debieran apoyar este tipo de ideal colectivo; asunto que no han hecho históricamente avalados por las mayorías que poseen. Sin embargo las minorías sociales elevan sus voces frente a estos problemas estructurales y aunque sus demandas se diluyen ante la falta de apoyo de los afectados directamente, hoy más que nunca sus reclamaciones son necesarias para seguir intentando la construcción de una sociedad distinta, para unas generaciones diversas y cada día más comprometidas con un nuevo porvenir.

Ese nuevo horizonte debe ser acompañado con los “cambios que deben darse en las formas de concebir el aprendizaje, en la utilización de métodos pedagógicos y tecnologías educativas y en la definición del rol de los maestros, quienes deberán ser mucho más facilitadores del aprendizaje y del acceso a la información. Esto incluye el desarrollo de las habilidades intelectuales de los estudiantes y al acompañamiento para su formación integral según las características de cada área. Se hace énfasis en el aprendizaje por descubrimiento, ejercitar las facultades críticas de los alumnos, desarrollar el compromiso ético de las decisiones, el sentido estético y afectivo, la capacidad de plantearse y resolver problemas desde los propósitos de interacción social”[4] A través de las tendencias de mediación docente en el trabajo de aula se ha diagnosticado que la institución educativa ya no es la única ni la principal reserva de formación humana, por tanto el maestro tampoco es el centro de tal proceso; la incorporación de nuevas tecnologías, nuevos conceptos y nuevas miradas metodológicas no se han hecho con la visión crítica necesaria, en muchos casos se afianza sobre el manejo de los medios de comunicación, sin antes profundizar en el desarrollo de las competencias para comunicar a través de ellos y lograr que el proceso educativo se desarrolle con una visión humanizante. Existe en la actualidad una cantidad inmensa de información que hay que aprender a buscar, elegir, manejar, utilizar y almacenar, pues es prácticamente imposible aprender. Esto involucra un obstáculo prevalente tanto para los programas presenciales como para los de educación a distancia, los tres problemas principales hacen referencia a: “la falta de hábitos de estudio que permitan un estudio independiente, la falta de estructura de asimilación académica propios de la misma dificultad de los contenidos de las áreas, la debilidad conceptual del estudiante y la ausencia de incentivos sociolaborales que pueden llevar al desánimo de continuar con los estudios”[5]

Las múltiples experiencias de prestigiosas universidades y escuelas de Colombia deberían responder por un futuro halagüeño para las nuevas generaciones. Las investigaciones y propuestas desde las políticas públicas y privadas apuntan hacia la exclusión de los jóvenes de los sistemas educativos. La brecha aterradora entre los ricos y pobres impiden que la educación cumpla con su papel fundante. Quedará como legado para los niños, niñas y jóvenes del país los intentos cada día más frecuentes de los distintos grupos sociales para reclamar una mejor educación que alimente la anhelada calidad de vida, que debe construirse solamente a través de participar de la sociedad del conocimiento, que se espera no sea como todas las cosas buenas que creemos merecer, otra utopía tercermundista.



[1] De la Rosa María. El desarrollo de competencias comunicativas: uno de los principales retos en la educación superior a distancia. Primer congreso virtual latinoamericano de educación a distancia. Universidad Autónoma de México. 2004.
[2] Citado en: Urzúa Raúl. La responsabilidad social de las universidades: Una guía de discusión. 2003.
[3] Declaración mundial sobre la educación superior para el siglo XXI. Conferencia mundial sobre educación superior. UNESCO. Paris. Octubre de 1998.
[4] Chan Núñez María Elena. Entre la tecnofobia y la tecnofilia: el desafío de una comunicación educativa. 2004.
[5] Chan. Op. Cit.

1 comentario:

Anónimo dijo...

este texto es un tema muy interesante y exelente ya que contiene casos de la vida cotidiana y dice muchas verdades lo felicito exelente

AAT: samuel montesinos

 
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