El dolor sube por las paredes.
La sangre espera.
No hemos visto la génesis ni el apocalipsis.
No hemos visto a Dios en pasarela alguna,
intentando arrancarnos de las fauces del monstruo.
No hemos visto al monstruo alucinado
escuchando las oraciones inventadas en el vaticano.
Hemos visto, en cambio, las conciencias huyendo,
huyendo por las paredes, tratando de alcanzar un cielo
que obviamente solo existe al final de la pared.
Hemos visto a los niños huyendo de la escuela.
A la fe huyendo de las creencias.
A mi huyendo de mi.
El poder detrás del poder en la rústica pared del dolor.
No hemos visto, en cambio, a los justos inventando otra pared.
Donde los injustos encuentren las peores tempestades,
donde las pesadillas del infierno le sepan a helado de hiel.
No hemos visto, tampoco, las plegarias de los buenos
haciéndose mejores cincelando el diamante de lo absurdo.
No hemos visto a nadie escribiendo historias quijotescas,
mensajes de gala, rebeldía y sangre, sollozos fortuitos,
restos de angustia en las uñas derruidas.
Restos de vida.
Hemos visto demaciado.
Tanto, que la vida cada vez es más confusa,
mas prolija, mas indefinida, mas parecida a una pared sembrada de dolor.
Sin embargo, admito, hemos visto poco, de lo que realmente merecemos ver.
sábado, 26 de abril de 2008
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