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martes, 26 de octubre de 2010

LA CONTRA-REFORMA EDUCATIVA DE LAS PRUEBAS DE ESTADO (Articulo)

Las pruebas de estado es el proyecto ideológico más efectivo y siniestro que ha usado el neoliberalismo para estigmatizar y cuestionar a la Educación pública en América latina. Referirse a la Educación pública con base a la percepción que se tiene de los insignificantes desempeños en tales pruebas es desprestigiar de manera directa al gremio docente, a los padres de familia, a la institución educativa, a los estudiantes, a la sociedad en general, bajo el sofisma del concepto imponderable de Calidad educativa. La Calidad educativa en nuestro hemisferio a lo sumo es un discurso político. Una mirada subjetiva, una interpretación por lo demás sesgada, de lo que a la manera de ver de la banca multilateral y las trasnacionales, debe ser el papel de las instituciones educativas en la sociedad; por lo menos en Colombia, por un lado, proveer al empresariado de mano de obra medianamente calificada, y por el otro, reproducir en masa ciudadanos competentes, subordinados y dóciles para que ayuden a desarrollar dicha sociedad. Las usan también para profundizar la malévola brecha que existe entre las instituciones educativas de élite y las que poseen menos recursos para la gestión, en cuanto a los procesos de acceso de los estudiantes a la educación superior. En este escenario se patentiza la exclusión como una nueva variable para hacer visible los bajos desempeños de grupos socialmente vulnerables como los indígenas, los afrodescendientes y los pobres. José Fernando Ocampo, lo dice con explicitud, “Las pruebas por competencias del ICFES tienen propósitos muy diferentes a los de definir el ingreso de los estudiantes a la educación superior. Basándose en una teoría, en una ideología, en una tendencia psicológica, lo que intentan es imponer la educación por competencias en todas las instituciones, probar que los maestros colombianos no sirven, que la educación pública hay que cambiarla y abrirle camino a la nueva reforma educativa auspiciada por los organismos internacionales de crédito y que se denomina Nuevo Sistema Escolar”
La idea de formación humana de las instituciones educativas de nuestro país se reduce lánguidamente a que los niños y jóvenes contesten eficientemente un cuestionario en un alto porcentaje ambiguo, esotérico e incoherente. Centrados más en el azar que en el acierto, abordados más desde la suerte que desde los conocimientos; y refrendados más por la adivinación (estudiantes que no pueden pagar un pre-Icfes de gran notoriedad) o validados por la mecanización de los materiales de la prueba (estudiantes que incluso desarrollan los cursos pre-Icfes con los mismos expertos que elaboran las pruebas). A ese ritmo hoy día ni el PEI y mucho menos las acciones curriculares determinan qué se debe enseñar, cómo se debe enseñar, cuándo se debe enseñar, qué prácticas escolares son válidas, cuáles experimentaciones permiten el inicio de la investigación o porqué es relevante aumentar las horas de inglés. Qué actividades deben hacerse en la re-creatividad de los proyectos transversales y qué énfasis se justifican en la institución. Para nada. Son los artilugios políticos de las pruebas TIMMS, SERCE o las que preparan un grupo de intelectuales de la Universidad Nacional las que deciden qué es viable o que no lo es en materia pedagógica, didáctica, evaluativa o ética. A eso se le denomina contra-reforma educativa, pues, como insiste, el Doctor Ocampo, se ha venido construyendo en silencio y a espaldas de “la educación colombiana, conceptos especializados que se basan en la teoría filosófica posmoderna del caos y la incertidumbre, que se confiesan defensores radicales del relativismo científico, que confunden en un mismo saco la ciencia y la moral” Por tanto las misiones, visiones, filosofías y perfiles de formación de los estudiantes de las instituciones educativas colombianas son todo lo contrario de lo que sus luminiscencias semánticas expresan. Todas en esencia deberían decir: que están comprometidas con formar estudiantes capaces de contestar, sin saber cómo, ni porqué, una prueba escrita extravagante que nadie sabe cómo la gana o cómo la pierde. Talvez, debieran contarle a la sociedad, con toda franqueza, en letras pequeñitas e ininteligibles, por estricto requisito normativo, pues nadie las va a debatir, que dichas pruebas son nocivas para la salud intelectual de la sociedad colombiana. Pero para completar la gigantesca parodia, sería prudente que en algún rinconcito de la propuesta curricular, se dijera sin simulaciones, que los egresados de tal institución son autogarantes de no aprender ni siquiera los saberes denominados urgentes; como por ejemplo: tener claro que ciencia y moral no deben confundirse en la misma alforja discursiva. Sería más sincero el PEI si en algún párrafo advirtiera, que cualquier niño confiado a la institución en Preescolar y devuelto al seno de la familia en calidad de bachiller, a duras penas podría dar cuenta de las operaciones básicas de la lectura, los aspectos exiguos de la comprensión de los símbolos algebraicos y la orfebrería mística del patriotismo en tiempos del Bicentenario. Pero eso sí, en la portada del Manual de convivencia podría decir, con letras mayúsculas, en color dorado preferiblemente, que no sé cuantas (condecoraciones, becas, distinciones o como se llame) Andrés Bello lo dicen todo.
Está claro que la intención del Ministerio de Educación Nacional es implantar (y ya lo está haciendo) una contra-reforma educativa que a mi modo de ver no se ha discutido, ni se va a discutir con nadie. Es el Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior (ICFES), una entidad omnímoda en materia educativa, que ha propósito, aparte de hacer pruebas sesgadas, nadie sabe a qué más se dedica, quien quiere convertir el currículo en único, uniforme y obligatorio. Liquidar la libertad de cátedra, uno de los avances pedagógicos/ científicos más importante de la carta magna y silenciar todas las expresiones culturales, sociales, artísticas, investigativas y políticas que otrora hacían posible el concepto de Calidad educativa.
Se observa cada día con más celeridad y desazón que el concepto de Calidad educativa se vincula incondicionalmente a los resultados de las pruebas de estado. Las áreas del currículo y el conjunto de los conocimientos científicos universalmente avalados por las comunidades académicas que no se evalúan en los rígidos cuestionarios tienden a desaparecer. O, por lo menos, aparecen en la agenda de los docentes en calidad de “rellenos”, o en el mejor de los casos, como una asignatura accesoria que debe “poner el hombro” para que las áreas que si valora el ICFES mejoren sus puntajes. Qué ironía: Educación física, recreación y deportes, Educación religiosa y moral, Educación Ética y valores humanos y Educación artística, las áreas de formación humana por antonomasia; por ejemplo, deben colocar su dialéctica y sus constructos teóricos al servicio de los interrogatorios propuestos en los exámenes. La idea peregrina e increíble que todo algún día giraría en torno a los maquiavélicos resultados de una prueba ya no es una utopía lejana. Docentes, estudiantes y padres de familia deben incrementar las jornadas de mecanización y pulimiento de las habilidades para descifrar, indicar, acertar o adivinar las respuestas. La comprensión contextualizada o libre de los fenómenos del pensamiento humano ya no es una preocupación intelectual de las instituciones educativas. Todo se cierne en estos momentos en el degradante ranking que el ICFES divulga en donde las categorías muy bajo, bajo, medio, superior o muy superior le quita el sueño al gremio docente, hace palidecer a las directivas del plantel, presiona a los estudiantes y humilla a los padres de familia.
Hoy habrá simulacro. Mañana habrá pre-Icfes. El miércoles se aplican las pruebas que envía la Secretaría de Educación. El jueves cada maestro revisará los folletos de cada examen. El viernes imagino una reunión con el coordinador académico, para obviamente, planificar más pruebas. A qué horas estudiantes y maestros podrán debatir las encrucijadas críticas de la formación humana. ¿Me pregunto?

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