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domingo, 15 de febrero de 2009

"Emilio" en Valledupar (Ensayo)

La educación es la máxima esencia de la sociedad. Por tal, es el bien vital que permite el diseño de un mejor destino para toda colectividad humana. La educación pasó de ser un activo de las religiones, en especial de la católica, un compromiso ineludible de la familia, un tesoro invaluable para la sociedad, un sofisma distractor para los politiqueros de la derecha, el torrente sanguíneo de las ideologías, y últimamente, una responsabilidad irrenunciable de los gobiernos para con las personas de cualquier estado. Inclusión pura. El Emilio de Rousseau es un tratado interesante con respecto a la educación de ayer, de hoy y la del futuro. Parte de un principio básico y plausible, “talvez no haya sabido ver lo que debe hacerse, pero si creo haber comprendido muy bien el tema sobre el cual se debe trabajar. Comenzad, pues, por estudiar mejor a vuestros discípulos, porque seguramente no los conocéis” Esto indica observar a la educación desde las necesidades del estudiante, vistas estas como el ente primario para cimentar las estructuras fundamentales de ella: llámese, en primera instancia, las políticas integrales que deben involucrar a la totalidad de la población, en una idea pluralista para la construcción de la igualdad, la calidad de vida y la felicidad. Por tanto educar implica convocar a nuestros mejores hombres y mujeres para erigir una educación adecuada y articulada con los tiempos, las carestías y la visión de destino que se conciba, imaginamos que Juan Jacobo lo fue para su generación, y que aún dentro de su discurso se puede encontrar un conjunto teórico válido para nuestros días. Hace consideraciones valiosas este gran pensador europeo a la pedagogía, al punto que su ideario puede deducirse vigente en las aulas contemporáneas. Si el conductismo se pavonea en las instituciones educativas, Rousseau sigue vivo, “la educación no es más que un hábito”; ¿repetición, costumbre, mecanicismo? Si el autoritarismo machista se propaga como salvaguarda de la fortaleza social, Juan Jacobo más que europeo parece un tercermundista raso, “al cabo de seis o siete años entre mujeres, de las que el niño sale ya minado por su debilidad pasa bajo la dirección de un preceptor, cuando solo el padre debiera serlo”, ¿Cuál sería el criterio de Juan Jacobo en las controversias del legislativo colombiano y de mucho congresos del resto de países del mundo frente a las justas reclamaciones de las comunidades vulnerables en merecimientos y aspiraciones? Lo digo por la insinuación que hace de debilidad en la formación por parte de las mujeres. No porque la mayoría de los varones de hoy sean educados por féminas, el mundo funciona de la peor manera. Millones de madres cabezas de hogar mueven el planeta.

En la página 19, del ejemplar adquirido en los ventorrillos del centro de Valledupar, no sé en qué episodio se encuentre en la versión original, subrayé un axioma que obra en calidad de presea resplandeciente, “¿cómo puede un niño ser bien educado por quien no haya sido bien educado?” Nos gustaría, en estos tiempos, en los cuales el liderazgo formativo se ve amenazado por la fiera mediación de noticieros, programas y magazines presentados en toda suerte de formatos y momentos, que la sindéresis que amalgama los procesos educativos en el ámbito escolar estuviese dimensionado por profesionales de las mejores calidades, sin embargo, Juan Jacobo, no siempre las cosas marchan como aparentan; y la masa, esa que gobiernan los medios, pocas veces privilegia lo académico y lo racional, sobre lo inocuo y lo coyuntural. Según el libro, el eximio escritor dice, en un aparte, “Emilio es huérfano, a pesar de tener madre y padre. Al hacerme cargo de todas sus obligaciones, me apropio de todos sus derechos. Debe honrar a sus padres, pero a mi solamente debe obedecerme; ésta es mi primera condición, mejor dicho, la única” Frente a esa misma reflexión, Javier Orrico, un poco conocido escritor español, anota en una meditación de tono beligerante, que el ideal de los hombres del futuro está en “respetar sin obedecer en la búsqueda de un conocimiento que privilegie el raciocinio y la igualdad” Es posible que la educación de los primeros años le de prerrogativa a la obediencia sobre la discrepancia; a menos que se piense que el discenso es un nivel accesorio de la rebeldía, cuando por el contrario debe ser entendido como parte del cultivo de la integridad personal. Rousseau dice, también, que “El niño que lee no piensa, no hace más que leer; no se instruye, pues solo aprende palabras” Para el mismo asunto, Teun Van Dijk, afirma, que “la lectura es un proceso de construcción de significados a través de la interacción entre texto, contexto y lector” Derivada de ésta puntual definición, Jorge Humberto Botero, Ministro de relaciones exteriores del actual gobierno, reafirma sobre los procesos de adquisición de competitividad, “que el sujeto que lee y escribe bien, piensa bien” El primero es un lingüista con exiguos intereses en la economía tercermundista y el segundo es un economista tratando de vender desesperadamente el país a través del TLC, en una entrevista para un semanario especializado que nadie analiza. Los dos le han encontrado el poder indestronable que posee la palabra, lo que se puede edificar con ella, los mundos que nombra, la influencia que tiene para anestesiar o para clarificar: la fortuna comunicacional que genera en nuestros días.

Discretamente en la página 119, aunque sin parecerlo lo profiera, Juan Jacobo explica, “recordad siempre que no trato de convencer con mis puntos de vista, sino de exponer” Sin embargo la trascendencia de ésta obra convence. Su sapiencia y apropiación histórica pasó hace rato de la sencilla exposición a la aplicación sistemática. Su ímpetu social ha superado las barreras del tiempo y se ha instalado en el imaginario pedagógico y académico como pieza primordial para la educación de millones de seres humanos. De todas maneras, insisto, la intención de Rousseau, por simplista que aflore, responde a grandes rasgos a una mirada particular e ideológica de la época. Impugnada y estimada; pero válida, afortunadamente.

La educación de hoy, la que debe hacer germinar el pensamiento crítico, la que debe fundar una sociedad igualitaria, sostenible y tolerante no puede advertir a la mujer, el ser más importante de la creación humana, “como hecha especialmente para agradar al hombre, para ser subyugada, se debe hacer agradable al hombre en vez de incitarle. Deben aprender muchas cosas, pero solo las que conviene que sepan. Las obras de ingenio exceden su capacidad, ya que no poseen la atención ni el criterio para dominar las ciencias exactas. La mujer, que es débil y nada ve fuera de sí misma” Peyorativa e inadmisible por demás esta alusión que aparece en la página 150. No aplica para ninguna época histórica, por lo menos en las cuales la educación también hace parte de la canasta vital de las mujeres. Aún cuando toda la discriminación desplegada por las sociedades machistas a través del tiempo lograron que ese tipo de nociones emerja en boca de tan portentoso intelectual. Se admite que el Emilio hace parte esencial del que – hacer del maestro moderno. Debe ser lectura obligada para los jóvenes que asisten a las instituciones educativas. Debe ser discutido, confrontado, socializado, desmitificado y aplicado. En aquello donde su brillantez conceptual invoque las necesidades de los estudiantes de hoy. En los escenarios socio – culturales en donde el tiempo se ha aposentado, incluso, apoyado en las hiper publicitadas maravillas tecnológicas. Debe ser leído a la par de la República de Platón, Rousseau lo recomienda, paralelo al pensamiento de Paulo Freire, Muy cerca de la conceptualización del padre Vasco, articulado al trabajo de Humberto Quiceno, Olga Zuluaga, Fabio Jurado, Mario Díaz y Mauricio Pérez. Y faltarían otros que por obvias razones sucumben al maremagnum infernal de los reinados de belleza, frutas y otros aperitivos; los festivales de música artesanal, los escándalos sórdidos de los políticos que obran como cortinas de humo para encubrir la realidad. Si, gracias, Juan Jacobo por el Emilio. Aunque los itinerarios de los puntos de vista de hoy difieran casi siempre de los linderos que jamás debiesen existir para los ideales educativos. Bienvenido a la capital mundial del vallenato.






 
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