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viernes, 10 de octubre de 2008

EL OFICIO DE LAS HORMIGAS (Poema)

Las hormigas transitaron de un cuerpo a otro.
Encima de la sangre reseca.
Debajo de las almas incansables.
Los verdugos se habían marchado llevando en el filo de sus iras
la inocencia, las suplicas, las lágrimas, las preguntas.
Las víctimas serán las mudas piedras con las cuales los niños inventaran juegos para que haya futuro (perdón, vida).
Los llantos innecesarios bañaran cuerpos. Sangre incesante, sin memoria. Que queda en la piel del jabón.

La última hormiga en la hilada serpenteante sabe que ese no será el último dolor al que asista. La primera, en cambio, ya comienza a pisar con sus patitas otra charca de infamias.

Las almas incansables (se me olvidaba comentarles) intentan en un viaje de hormigas absortas, alcanzar la conciencia de los verdugos.
Amargarles las noches, hacer que dormiten con el arma aún humeante en el pecho.
Intimidados.
Bebiendo la sangre que se escurre de sus manos.
 
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