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viernes, 20 de marzo de 2009

UN DÍA DE ESTOS (Poema)

Descubrimos el amor en donde no está.
Experimentamos en el laboratorio de un beso,
La combinación de sentimientos que me niego a sentir.
Creo en la química de un te quiero, cuando es tu miedo quien lo pronuncia.
Creo más en tus dudas cuando me evades, que en las verdades cuando estás.
Creo más en el dolor de la ausencia, que en tu cobardía vigilante.
De todas maneras creo en ti, no tengo otra opción.

Descubrimos el fuego en el calor de las manos que se abrazan.
Me gustaría inventar el almíbar de tu boca, la secreta sutileza de tu piel,
El huracán de tu vientre, inventar contigo la sonrisa que comienza.
Volverme peregrino nombrando tu nombre en las premuras de tu pecho,
Encontrarte en el silencio de la tarde contando los minutos que te alejan de mí.
Creo más en tus ojos que dicen lo que tus labios no deben.
Creo en tu cuerpo excitante, en tu cintura de fábula,
En lo que es mío y tú lo has dicho sin palabras.

Un día de estos iré por tus besos anclados en el licor que se derrama de tu boca y embriagados caminaremos bajo la lluvia hasta humedecernos de amor el uno al otro. Un día de estos…

Los hijos de papi y mami (Articulo)

Históricamente quienes hacen la guerra y mueren en ella, la mayoría de las veces son los pobres. Igualmente quienes la inventan y la financian casi siempre son los ricos. En las filas de los grupos al margen de la ley no militan los hijos de los empresarios, los hacendados, los dirigentes políticos o los de los altos jerarcas de la cúpula militar. Tampoco en las legiones de “héroes” de las fuerzas del estado encontramos a los hijos de los generales de la república, los parlamentarios, los jueces, los magistrados o los grandes exportadores. La sangre que se derrama salvo exiguos, pero muy exiguos casos, es la de los pobres; llámense soldados, policías o subversivos. Cuando el presidente de la república, de nuestra republiqueta bananera, exige resultados a los soldados, después de orar muy crédulamente, ya sea a través de las inevitables “bajas” legales (en combate) o por medio de los mal llamados “falsos positivos”, jamás las crónicas aterradoras de la prensa traen consigo la atroz noticia que el asesinado fue un hijo de papi y mami. La sangre derramada no es azul. Cuando las bombas tipo racimo caen sobre la inhóspita selva colombiana y la ensordecedora ráfaga de las ametralladoras hace blanco en los cuerpos de seres humanos de cualquier investidura, de seguro entre los cadáveres, es políticamente imposible hallar a un hijo de papi y mami. Y es muy difícil encontrarlos porque ellos están en el exterior estudiando para gobernar el feudo que seguramente heredarán, o están aprendiendo finanzas para enriquecerse a costa de la miseria de la mayoría, o en su defecto disfrutando vacaciones en las playas paradisíacas de la costa azul francesa, o jugando tenis en los lujosos clubes privados de Londres, o acompañando la delegación colombiana que volvió a fracasar en los juegos olímpicos, o en últimas pasando luna de miel en compañía de una despampanante modelo casada con alguno de ellos por amor.
¿Señor presidente, présteme a su par de muchachitos, tan guapos ellos, Tomás y Jerónimo, tan buenos empresarios ellos, para que como el mítico Mambrú vayan a la guerra como cualquier colombiano de ruana? Para ver si por fin le agradecen a la senadora Piedad Córdoba con los ojos inundados de llanto, haberlos sacado de la manigua sin disparar un arma y sin engañar a los subversivos con los emblemas de la cruz roja. Para ver como enseñan empresarismo y asesoran a secuestrados y guerrilleros a desarrollar negocios rentables en los ratos libres. Para ver como se sienten con los helicópteros aleteando perversamente encima de sus dignísimas cabezas, salvaguardados por varios pobres de sangre roja que los deben cuidar para que las balas y las bombas que ordena lanzar desde la casa de Nariño, el presidente de la republica, el ministro Juan Manuel y el general Padilla De león no los mate. Para ver como desfilan en las pasarelas agrestes del bosque con las cadenas de hierro en los tobillos y vuelven a la libertad con el síndrome de Estocolmo pidiendo a gritos el acuerdo humanitario. Verlos compartir el dolor interminable del profesor Moncayo. Ver a Doña Lina mandando dolorosos mensajitos de amor paisa y fortaleza espiritual, muy católicos por cierto, a través de las emisoras comunitarias de los pueblos más remotos, para que sus muchachitos, tan hacendosos ellos, escuchen con devoción y puedan soportar la terrible diarrea que al comienzo le producirá el agua que consumen o las recetas infalibles de lentejas y arroz. Ver al presidente Uribe rezando con obsesión franciscana para que el grupo de colombianos y colombianas por la paz, convenzan a la guerrilla para que divulguen rápidamente los listados de canjeables, con el fin de iniciar ahora si un impostergable acuerdo humanitario. Quiero ver al autodenominado guerrero contumaz haciendo todo tipo de tramoyas para que no se derrame la sangre elitista de Tomás y Jerónimo. Quiero ver su publicitada mano firme después de diez largos años con sus chinitos pudriéndose en la jungla. Ojala reeligiéndose las veces que le de la gana, pues como dijo Alan Jara; elegirlo a él, significa elegir la guerra, el hambre, la injusticia, los falsos positivos, la corrupción, la asociación con el delito, la muerte de la ética política, la estigmatización de los que piensan distinto, la ilegalidad como práctica de estado.

Vendrán los paladines de la OTAN a meterle más fuego a la hoguera, Las infalibles asesorías de José Obdulio Gaviria sobrarán, el apoyo inclaudicable de los miembros de los partidos uribistas sonará a idiotez; aún así todos sin excepción alguna serán echados a patadas del palacio de Nariño por el energúmeno, a la seguridad democrática seguramente no le saldrán más defensores; todo porque los que están secuestrados en la selva son un par de hijos de papi y de mamí: Tomás y Jerónimo, tan simpáticos ellos.

Señor presidente, présteme sus muchachitos, tan queridos ellos, para ver si el dolor del otro es igual al propio. Allá en la selva donde los verdaderos guerreros se pudren, donde la sangre que irriga la manigua impenetrable es la de los pobres, donde Juanes es pura mierda, donde no hay costa azul, para un tour a ese lugar maravilloso: présteme sus muchachitos…Señor presidente.



 
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