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domingo, 29 de noviembre de 2009

Lenguaje y poder: Una perspectiva socio/cognitiva para la seducción, el desarrollo o el atraso.

Según Noam Chomsky, célebre lingüista norteamericano, se considera “actuación lingüística, por un lado, como la capacidad innata y universal de todo ser humano de adquirir el conocimiento de una lengua y por otro, como la capacidad de aplicar dicho conocimiento”. Este par de elementos indica que el lenguaje funciona dentro de una sociedad hablante como una esencialidad de tal magnitud, que se puede decir de él, que es “producto del universo social y cultural en que se desarrolla la vida de las personas, y como tal cumple unas funciones específicas”
La actuación lingüística por tal, está relacionada íntimamente con las tareas que el ser humano cumple desde lo individual, en lo social y en lo cultural, desde el ámbito comunicativo, cognitivo y estético. La manera de actuar del hombre desde el referente lingüístico, constituye una manifestación que recoge todas las formas en que el individuo ha significado el mundo. Por esto mediante el lenguaje, el hombre lo aprehende en todas sus dimensiones, es decir, lo conoce y lo transforma. Por medio del lenguaje a abordado el conocimiento, lo ha construido desde diversos escenarios, ha visto el discurrir histórico; ha creado mundos ficticios desde el orden literario; se ha mirado así mismo, ha evolucionado el pensamiento y ha elaborado el destino en donde se desenvuelve.
Para tales efectos se plantea que “la asimilación de la lengua, es decir, la manera en que el hombre adopta comportamientos frente y en ella, se da en un proceso de integración progresiva del niño en la comunidad verbal. Durante dicho proceso, él toma conciencia de sí mismo, de la realidad social y cultural a la que pertenece y a la cual promueve con su existencia. El proceso humano de elaboración objetiva, natural y social (proceso de significación) se asume en términos de categorías conceptuales, pragmáticas y socioculturales; en consecuencia, precisamente por esta característica fundamental, el lenguaje puede considerarse tanto instrumento de interacción como configurador de conocimiento”
Entonces, actuar de manera adecuada en lo lingüístico, es ser competente en sus distintas expresiones. Equivaldría esta conceptualización a que el hombre debe acceder a los productos vitales desde el orden comunicacional, cognoscitivo y estético, acudiendo al escenario educativo y a un desempeño eficiente en el terreno de las variadas competencias universales, que lo conduzcan a nombrar la realidad y a ofrecerse así mismo, como un ser intelectual capacitado para transformar la experiencia humana en sentido.
Visto de esa manera el acto de comprender, interpretar, organizar y producir ejercicios de significación a través de distintos sistemas de signos lingüísticos y no lingüísticos, corroboran no solo la actividad cerebral del hombre en su accionar cotidiano, prueba que el lenguaje es un vehículo esencial para la socialización del conocimiento y sus relaciones con la articulación del mundo. Sin duda alguna, un instrumento de seducción inconfundible, irremediable y deliberado.
El lenguaje de hoy “tejido” en la publicidad que ideologiza es un instrumento gubernamental. Es un dispositivo que las élites destinan para mantener un orden. Es una forma aterradora de hacer prevalente e inobjetable el poder. Esto por obvias razones debería colocar a la escuela, la universidad y a todas las entidades educativas por encima del resto de las instituciones sociales del estado; es decir el usufructo del conocimiento, de la intelectualidad, de la competitividad debe estar asociado al dominio del lenguaje. Es cierto que la educación en sus distintos formatos manifiesta parte de su capitalidad en la capacidad de autoformación de los estudiantes, por tanto ese pilar debe cimentarse en el manejo del sustrato teórico pertinente. Ese acervo bibliográfico sólo puede ser mediado por el lenguaje y su variable más importante: la lectura. Y, porque no decirlo, por la pedagogía en su calidad de ciencia “acompañante” en los procesos de uso de las herramientas cognitivas para la generación de dicho conocimiento. Entendido de esa forma no puede haber conocimiento eficiente sin la supremacía del lenguaje. No puede haber actividad inteligente sin que ésta sea acompañada por el ejercicio lingüístico; y desde luego, estamos lejos de tener una sociedad civilista si el lenguaje no es el componente imprescindible que dinamice los cambios y dirima los conflictos.
Es cierto que el país está alucinado por la trivialidad de los medios masivos de comunicación. Frivolidad que es consumida como manjar que aviva odios y estupidez. Todo urdido por una terrible idea política que condena a la educación al retroceso, a los estudiantes al estancamiento, a los maestros a la repitencia de la tarea prevista, al lenguaje a seguir como patrimonio de algunos expertos; estos estudiosos condenados a su vez por pensar diferente por el resto del “rebaño” y la sociedad arriesgando su destino en manos de criminales, legisladores, mandatarios y empresarios que le apuestan a las armas, la mordaza, el destierro, el señalamiento y la discriminación como única vía para revalidarse en el poder.
Se piensa que quien domina el lenguaje, domina el mundo. Bajo esta premisa lo loable fuese que la inversión económica se hiciera en el sistema educativo, en la transformación del pensamiento de niños y jóvenes para que distingan el tipo de futuro que escogen y merecen, para poder advertir lo que contienen los medios de comunicación con certeza y elegir si se respeta o se obedece; o si somos capaces de respetarnos sin obedecer, de entendernos con el otro, así ese otro haya optado de manera autónoma desconectarse de lo que “yo” creo que es bueno para él. Aquí es diferente. Aquél que maneja un discurso coherente, confiable y puntual recibe silencio como recompensa; indiferencia, omisión o aislamiento. Cuando se le escucha no se le entiende y lo que se le comprende es objetado con desafortunadas opiniones que no sustentan un argumento serio. Se cree que quien domina el lenguaje, domina el mundo; menos en Colombia. Acá funciona de mejor manera la coerción, la amenaza y el aniquilamiento. El lenguaje bien usado no es consumible, es una especie en vías de extinción. Por tanto seguiremos entendiendo al similar, al que se parece a uno y nuestro pensamiento se perderá en los libros, porque hacía futuro nadie los podrá leer ni confrontar.
Retornaremos a la colonia a ofrecer la piel para ser estigmatizados y a escudriñar en los libritos escritos por los verdugos, las respuestas que nos sirvan para seguir siendo unos sobrevivientes. Las escuelas serán edificios lúgubres donde se repiten y mecanizan las lisonjas del estado. Los estudiantes “pasearan” desde el encantador preescolar hasta el más rutilante doctorado sin encontrar respuestas racionales a la desgracia o a la prosperidad. Los empresarios con su lógica neoliberal “capturarán” a los más competentes y alienados. La vida les deparará un destino desprovisto de bienestar, pero con mucho éxito. El lenguaje inteligente será reemplazado por la intimidación silenciosa, el descrédito profesional/personal y el crimen selectivo. Los textos serán nuevamente incinerados por los apóstoles fosilizados en las creencias. El lenguaje será enclaustrado, pero no silenciado. Recuperará el poder yendo por caminos y calles. Será cantado por las cuerdas vocales de la cultura incansable. Pregonado por los humildes voceadores que vitorean las necesidades más infrahumanas. Cumplirá su objetivo de siempre: prolongar la vida del ser humano más allá de las satisfacciones mínimas, que es donde ésta confinada la esencia máxima de la felicidad.
 
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