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miércoles, 18 de febrero de 2009

Una versión de la realidad (Articulo)

Cualquier libro por interesante, importante y trascendente que sea o haya sido siempre termina siendo simplemente una versión más de la realidad. Desde tiempos inmemoriales ha sucedido lo mismo. Los textos históricos representan la mirada parcial de los verdugos, en algunos casos el sufrimiento inconmensurable de las víctimas o en su defecto la serena reflexión de un experto en defensa de algunas de las partes. Las biblias de las distintas religiones no son la excepción, a parte que todas parecen interpretar a Dios a su manera o a su palabra como si tuviese voces y sentidos divergentes, detrás del discurso arrasador y hegemónico lo que muestran es una versión por demás lánguida de lo que ellos “creen”. Las constituciones políticas de las naciones proceden de manera jactanciosa de una lectura mesurada y racional de la realidad de cada pueblo, es lo que se pregona, pero siendo justos no son más que el ideario narcisista de una institución o un personaje que se permiten tamaño lujo en detrimento de un concepto cada día más difuso e impracticable: la democracia.
Ocurre también con los planes de desarrollo que deben soportar las gestiones gubernamentales de las entidades públicas y privadas. Son un invento generoso o lesivo que proviene de argumentos sustanciales que pretenden solucionar las necesidades de la mayoría, para eliminar o minimizar los problemas que hacen posible que dichos planes existan. Los dirigentes sin embargo poco respetan el plan de desarrollo que convenció a los electores para que dirigieran las comunidades, simplemente ante la imposibilidad de cumplir las promesas de campaña han encontrado mucho más fácil cambiar la constitución y las normas que aparecen como obstáculos cada que sea necesario, para que la versión de la realidad en las que ellos “creen” pueda traducirse en gobernalidad; otro término ambiguo que termina generalmente significando corrupción o repartija de cargos y contratos para sacar adelante la versión de la realidad en las que ellos “creen”.

En el campo de la literatura, un espacio plurisemántico donde la medida de la realidad es inmedible, es donde las versiones personales toman la mayor cantidad de matices. Nombrar una realidad literaria cuestiona de tajo la esencia natural y esquiva del propio oficio. Ni los avances académicos de la crítica y mucho menos las audaces posturas de los expertos pueden rotular a un género literario de bueno o malo, es significativamente imposible colocar límites entendibles a los estilos y perspectivas contextuales de los poetas, y mucho menos, cánones narracionales a los novelistas y cuentistas. Cabe en la producción literaria, entonces, promulgar que en este escenario lúdico e intelectual, no académico, la realidad cambia de sustancia con cada intento que se hace. La condición humana y la naturaleza han sido nombradas miles de veces con sabores y cadencias literarias distintas porque las voces se tornan cambiantes y esquivas cada día. No es lo mismo que aparezca un nuevo delito en Colombia producto de las rendijas que la ley deja de manera adrede o por la capacidad natural que tienen nuestros compatriotas, para que las formas de violación de las normas sean más veloces que estas. Obviamente, hay una distancia considerable en el enfoque de la fatalidad en la poesía de Gonzalo Arango a la de Raúl Gómez Jattin. No es igual la música narracional de Gabriel García Márquez, que la melodía prosística de Germán Espinosa. La colombianidad no le otorgó a estos cuatros epígonos de la literatura el don de observar las cosas de nuestra calamitosa realidad a través del mismo arquetipo.

Si todo esto ocurre en el amplio horizonte en donde se mueve el ser humano, tenemos que decir, haciendo un fervoroso homenaje al discenso y a la discrepancia, palabras que en los últimos 7 años en Colombia son sinónimos de subversión y terrorismo, o por bien que le vaya a uno, lo determinan como miembro del bloque intelectual de algún grupo al margen de la ley, creemos (es mi versión de la realidad) que los textos didácticos, tan importantes y útiles, pueden ser igual de peligrosos y nocivos que los demás, pues evitan que los niños y niñas que se están formando en las instituciones educativas del país observen los otros fragmentos de la realidad cognitiva a la cual tienen derecho.
No siempre lo que dice NORMA, LIBROS Y LIBRES, La Fundación Alberto Merani, ASCOFADE, La escuela de Frankfurt o los infalibles del ICFES es lo que necesitan los estudiantes para formarse más y mejor. Es una mirada académica muy respetable nada más. Pero necesariamente hay otras que merecen ser estudiadas. No es verdad que el Plan decenal de educación adoptado por el Estado colombiano contiene las expectativas del pueblo común y corriente o las teorías de los intelectuales, así hayan desarrollado centenares de foros y mesas de trabajo por toda la geografía nacional; es la versión derechista, anacrónica y reduccionista del gobierno de turno la que prevalece. Por tanto, en calidad de miembro de FLAPE y la plataforma de análisis de políticas educativas del Nodo Caribe, capitulo Valledupar, se plantea a las comunidades educativas de la región en éste artículo una versión particular de la realidad que se pretende ayudar a construir. Acudiendo a los presupuestos sustantivos de las ideas y los argumentos, respetando el absurdo de las estadísticas del gobierno que les falta sustento pero les sobra maquillaje, hasta que los límites del raciocinio lo permitan y propiciando la confrontación discursiva con los que acepten que la realidad educacional de Colombia es un campo polisemántico y pluricultural, en donde las posiciones inamovibles no pueden existir y las acciones de fuerza escasamente sirven para protocolizar la incapacidad y la soberbia. Nada sobra, donde todo falta.

Febrero 14 de 2009.

domingo, 15 de febrero de 2009

"Emilio" en Valledupar (Ensayo)

La educación es la máxima esencia de la sociedad. Por tal, es el bien vital que permite el diseño de un mejor destino para toda colectividad humana. La educación pasó de ser un activo de las religiones, en especial de la católica, un compromiso ineludible de la familia, un tesoro invaluable para la sociedad, un sofisma distractor para los politiqueros de la derecha, el torrente sanguíneo de las ideologías, y últimamente, una responsabilidad irrenunciable de los gobiernos para con las personas de cualquier estado. Inclusión pura. El Emilio de Rousseau es un tratado interesante con respecto a la educación de ayer, de hoy y la del futuro. Parte de un principio básico y plausible, “talvez no haya sabido ver lo que debe hacerse, pero si creo haber comprendido muy bien el tema sobre el cual se debe trabajar. Comenzad, pues, por estudiar mejor a vuestros discípulos, porque seguramente no los conocéis” Esto indica observar a la educación desde las necesidades del estudiante, vistas estas como el ente primario para cimentar las estructuras fundamentales de ella: llámese, en primera instancia, las políticas integrales que deben involucrar a la totalidad de la población, en una idea pluralista para la construcción de la igualdad, la calidad de vida y la felicidad. Por tanto educar implica convocar a nuestros mejores hombres y mujeres para erigir una educación adecuada y articulada con los tiempos, las carestías y la visión de destino que se conciba, imaginamos que Juan Jacobo lo fue para su generación, y que aún dentro de su discurso se puede encontrar un conjunto teórico válido para nuestros días. Hace consideraciones valiosas este gran pensador europeo a la pedagogía, al punto que su ideario puede deducirse vigente en las aulas contemporáneas. Si el conductismo se pavonea en las instituciones educativas, Rousseau sigue vivo, “la educación no es más que un hábito”; ¿repetición, costumbre, mecanicismo? Si el autoritarismo machista se propaga como salvaguarda de la fortaleza social, Juan Jacobo más que europeo parece un tercermundista raso, “al cabo de seis o siete años entre mujeres, de las que el niño sale ya minado por su debilidad pasa bajo la dirección de un preceptor, cuando solo el padre debiera serlo”, ¿Cuál sería el criterio de Juan Jacobo en las controversias del legislativo colombiano y de mucho congresos del resto de países del mundo frente a las justas reclamaciones de las comunidades vulnerables en merecimientos y aspiraciones? Lo digo por la insinuación que hace de debilidad en la formación por parte de las mujeres. No porque la mayoría de los varones de hoy sean educados por féminas, el mundo funciona de la peor manera. Millones de madres cabezas de hogar mueven el planeta.

En la página 19, del ejemplar adquirido en los ventorrillos del centro de Valledupar, no sé en qué episodio se encuentre en la versión original, subrayé un axioma que obra en calidad de presea resplandeciente, “¿cómo puede un niño ser bien educado por quien no haya sido bien educado?” Nos gustaría, en estos tiempos, en los cuales el liderazgo formativo se ve amenazado por la fiera mediación de noticieros, programas y magazines presentados en toda suerte de formatos y momentos, que la sindéresis que amalgama los procesos educativos en el ámbito escolar estuviese dimensionado por profesionales de las mejores calidades, sin embargo, Juan Jacobo, no siempre las cosas marchan como aparentan; y la masa, esa que gobiernan los medios, pocas veces privilegia lo académico y lo racional, sobre lo inocuo y lo coyuntural. Según el libro, el eximio escritor dice, en un aparte, “Emilio es huérfano, a pesar de tener madre y padre. Al hacerme cargo de todas sus obligaciones, me apropio de todos sus derechos. Debe honrar a sus padres, pero a mi solamente debe obedecerme; ésta es mi primera condición, mejor dicho, la única” Frente a esa misma reflexión, Javier Orrico, un poco conocido escritor español, anota en una meditación de tono beligerante, que el ideal de los hombres del futuro está en “respetar sin obedecer en la búsqueda de un conocimiento que privilegie el raciocinio y la igualdad” Es posible que la educación de los primeros años le de prerrogativa a la obediencia sobre la discrepancia; a menos que se piense que el discenso es un nivel accesorio de la rebeldía, cuando por el contrario debe ser entendido como parte del cultivo de la integridad personal. Rousseau dice, también, que “El niño que lee no piensa, no hace más que leer; no se instruye, pues solo aprende palabras” Para el mismo asunto, Teun Van Dijk, afirma, que “la lectura es un proceso de construcción de significados a través de la interacción entre texto, contexto y lector” Derivada de ésta puntual definición, Jorge Humberto Botero, Ministro de relaciones exteriores del actual gobierno, reafirma sobre los procesos de adquisición de competitividad, “que el sujeto que lee y escribe bien, piensa bien” El primero es un lingüista con exiguos intereses en la economía tercermundista y el segundo es un economista tratando de vender desesperadamente el país a través del TLC, en una entrevista para un semanario especializado que nadie analiza. Los dos le han encontrado el poder indestronable que posee la palabra, lo que se puede edificar con ella, los mundos que nombra, la influencia que tiene para anestesiar o para clarificar: la fortuna comunicacional que genera en nuestros días.

Discretamente en la página 119, aunque sin parecerlo lo profiera, Juan Jacobo explica, “recordad siempre que no trato de convencer con mis puntos de vista, sino de exponer” Sin embargo la trascendencia de ésta obra convence. Su sapiencia y apropiación histórica pasó hace rato de la sencilla exposición a la aplicación sistemática. Su ímpetu social ha superado las barreras del tiempo y se ha instalado en el imaginario pedagógico y académico como pieza primordial para la educación de millones de seres humanos. De todas maneras, insisto, la intención de Rousseau, por simplista que aflore, responde a grandes rasgos a una mirada particular e ideológica de la época. Impugnada y estimada; pero válida, afortunadamente.

La educación de hoy, la que debe hacer germinar el pensamiento crítico, la que debe fundar una sociedad igualitaria, sostenible y tolerante no puede advertir a la mujer, el ser más importante de la creación humana, “como hecha especialmente para agradar al hombre, para ser subyugada, se debe hacer agradable al hombre en vez de incitarle. Deben aprender muchas cosas, pero solo las que conviene que sepan. Las obras de ingenio exceden su capacidad, ya que no poseen la atención ni el criterio para dominar las ciencias exactas. La mujer, que es débil y nada ve fuera de sí misma” Peyorativa e inadmisible por demás esta alusión que aparece en la página 150. No aplica para ninguna época histórica, por lo menos en las cuales la educación también hace parte de la canasta vital de las mujeres. Aún cuando toda la discriminación desplegada por las sociedades machistas a través del tiempo lograron que ese tipo de nociones emerja en boca de tan portentoso intelectual. Se admite que el Emilio hace parte esencial del que – hacer del maestro moderno. Debe ser lectura obligada para los jóvenes que asisten a las instituciones educativas. Debe ser discutido, confrontado, socializado, desmitificado y aplicado. En aquello donde su brillantez conceptual invoque las necesidades de los estudiantes de hoy. En los escenarios socio – culturales en donde el tiempo se ha aposentado, incluso, apoyado en las hiper publicitadas maravillas tecnológicas. Debe ser leído a la par de la República de Platón, Rousseau lo recomienda, paralelo al pensamiento de Paulo Freire, Muy cerca de la conceptualización del padre Vasco, articulado al trabajo de Humberto Quiceno, Olga Zuluaga, Fabio Jurado, Mario Díaz y Mauricio Pérez. Y faltarían otros que por obvias razones sucumben al maremagnum infernal de los reinados de belleza, frutas y otros aperitivos; los festivales de música artesanal, los escándalos sórdidos de los políticos que obran como cortinas de humo para encubrir la realidad. Si, gracias, Juan Jacobo por el Emilio. Aunque los itinerarios de los puntos de vista de hoy difieran casi siempre de los linderos que jamás debiesen existir para los ideales educativos. Bienvenido a la capital mundial del vallenato.






sábado, 14 de febrero de 2009

LOS DELFINES VENDEN MANILLAS (Articulo)


A raíz de las elecciones de los consejos municipales de juventud en toda la geografía nacional, en Valledupar se programó con toda la “pompa” posible, un encuentro de jóvenes en el auditorio “Rosso José Serrano” de la Policía Nacional, en el cual los invitados especiales fueron Rodrigo Lara Júnior, hijo del inmolado ex – ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla y Jerónimo Uribe Moreno, el flamante retoño del presidente Álvaro Uribe Vélez. Hasta ahí no hay nada raro ni anormal. El hecho que la política colombiana sea un asunto de castas y que los apellidos de los dignatarios del estado se eternicen en los cargos del gobierno, como si fuesen dignidades hereditarias tampoco representa gran cosa en el panorama politiquero del país. Lo que si vale la pena reflexionar, es la manera como los jóvenes fueron llevados al evento de manera obligatoria, para hacerlos “participar” de otro de los “embelecos” del gobierno central, en su afán mesiánico de extender sus tentáculos politiqueros hasta alcanzar a un grupo poblacional escéptico y disperso, no tanto porque sean jóvenes, sino porque están poco convencidos de las “calenturas” democratizadoras del actual gobierno.

El evento como tal fue agradable y efusivo, pero alejado en absoluto de la realidad de la mayoría de los jóvenes que asistieron, una gran cantidad de ellos provenientes del estrato uno y por tanto de las instituciones públicas. En donde financiar una fotocopia es una calamidad y ver desfilar las tres comidas diarias es una utopía. En donde la percepción que se tiene del estado o de un buen gobierno se desploma con el simple ejercicio de abrir la nevera. Y por obvias razones, la visión de país que localizan en sus imaginarios no se compara, de manera alguna, con la vida esnobista de los delfines que visitaron a los jóvenes valduparenses.

Insisto, hasta ahí todo era normalidad “a la colombiana”. Parecía que no iba a ver show publicitario, algo muy bien manejado no solo por este gobierno, sino por el “delfín” Uribe, a costa de los artesanos de Córdoba y Sucre a los cuales les ha vendido la idea empresarial, que las manillas tricolores y el resto de trabajos manuales que elaboran es una forma patriótica de construir nación, de hacer destino, de mejorar la calidad de vida y de garantizar –seguramente- otro cuatrienio. A cinco mil, a diez mil y a quince mil pesos fueron tasadas las manillas en el auditorio aquel sábado por Jerónimo, el hijo del presidente. ¿Cuántas vendió a pesar de la euforia y los aplausos alegóricos de las jovencitas? Muy pocas. ¿Qué reflexión interior haría el “delfín”, al observar que las ventas de manillas no fueron proporcionales a los aplausos? Que se había equivocado de país, imagino. ¿Qué lección habría aprendido el “delfín” después del show paisa realizado en tierras vallenatas? Ninguna. Tanto, que no nos debe extrañar que un par de décadas futuras, el improvisado vendedor de manillas de hoy, lo encontremos en la plaza “Alfonso López” de Valledupar reclamando los votos que el sábado – imagina, él- lograba hipotecar en franca lid como activo innegociable hacia su viaje al solio de Bolívar. Nuestra alumna del “Leonidas Acuña”, invitada a dicho evento, ese día reconocía con dolor la clase de país en donde había nacido.

Y hasta razón tendrá hacia futuro, cuando por física comprensión de la realidad se matricule a las legiones de escépticos, que aunque muchos no quieran reclamarán una oportunidad para equivocarse, y hacer lo que los demás han hecho con el único mérito de ostentar un apellido asociado a las mieles del poder.










IMBÉCIL (Poema)

El mundo sin ti
Es un óvalo cavado por dentro
Cuyas orillas
Intentan ser el cielo por un lado
Y el infierno por el otro.

Sin ti el planeta
Me sabe a suave hondonada
En el precipicio de tu ombligo,
A mano derrotada
En el atrevimiento del lugar prohibido
Que sientes tuyo
Pero que es mío y mi mano lo sabe.

El mundo sin ti
Carece de los olores sembrados en mis dedos,
Que me inducen por un túnel sin retorno,
En donde la ceguera de mi amor prevenido
No encontrará
Más que un pedazo de recuerdo
Atado a mi imbécil naturaleza humana.
 
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